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Viernes 19 de noviembre de 1999


MENSAJE
La culpa no era de los vehículos

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Hermano Pablo

Un enorme camión de transporte con más de veinte toneladas de carga corría a cien kilómetros por hora en la autopista de Santa Ana, California. De pronto ocurrió algo insólito. El camión, cargado excesivamente, se partió en dos.

El conductor tuvo que aplicar súbitamente los frenos. Detrás venía una casa rodante, demasiado cerca, y tuvo que frenar también con toda violencia. La cocinilla de la casa rodante derramó el combustible, que se incendió y prendió fuego al segundo vehículo. Dos coches que venían detrás a gran velocidad tuvieron que desviarse para no chocar. El uno embistió la cerca que divide la carretera, arrancándola por un trecho de cincuenta metros. El otro se salió de la carretera, derribó una pared y se introdujo en una casa, a la que deshizo. Dos vehículos más chocaron entre sí, dañándose mutuamente. En menos de un minuto había seis vehículos destrozados en la carretera, más una casa y una cerca. Por suerte, no hubo desgracias personales, pero los daños materiales fueron cuantiosos.

Alguien, al ver el accidente, comentó: «¡Qué calamidad han provocado estos vehículos!» Pero luego, corrigiéndose, dijo: «Bueno, la culpa no es de los vehículos sino de los hombres que los manejaban.»

Así son las desgracias que nos aquejan en la vida. En el fondo de ellas, en la razón de que ocurran y traigan tanto dolor, hay que buscar la impericia del hombre. La vida no es mala en sí misma; es natural e imparcial. Somos nosotros los que no sabemos manejar la vida. Nos falta sabiduría, nos falta paciencia y serenidad, nos falta fe y esperanza.

Los errores se pagan caro, a veces hasta con la vida. Sólo Cristo, el divino Salvador y Maestro, puede darnos la sabiduría para saber vivir, y la fuerza espiritual para poder vivir.

Pidámosle a Cristo un corazón nuevo y limpio, con nuevos pensamientos y sentimientos. Sólo así nos libramos de tantos errores y de tantas calamidades. Cristo es nuestro único Maestro y Señor.

 

 

 

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Plácido Domingo

 

 


 


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