MENSAJE
Morir, y seguir pagando
Hermano Pablo
- Costa Mesa, California
Toda su vida había pagado
bien sus cuentas. Desde niño aprendió el arte de ser cuidadoso
con el dinero, y aprendió bien el lema: "Trata a los demás
como quieres que te traten a tí". Y como Wilhelm De Haard,
ciudadano de Amsterdam, Holanda, era honesto en todo, y anciano ya, encargó
a su banco que se hiciera cargo del pago de todas sus cuentas: alquiler,
agua, luz, teléfono, etc.
Al fin el destino de todos le llegó a Whilhem De Haard. Murió
solo en su apartamento. Y como todas sus cuentas, por arreglo previo, fueron
pagadas siempre puntualmente, tardaron seis meses en descubrir su cadáver.
El comentario del juez de Instrucción fue: "Hay gente que nunca
paga estando viva. Este siguió pagando después de muerto".
Aquí tenemos una importante lección. Wilhelm De Haard,
habiendo hecho previos arreglos con el banco, siguió pagando después
de morir. Con la muerte, el hombre quedó eximido de pago alguno,
pero muerto y todo, siguió de todos modos pagando sus cuentas.
"Morir y seguir pagando". He aquí una frase preñada
de significado. Es que la gran cuenta, aquella que todo ser humano tiene
con Dios, se sigue pagando aún después de que hemos partido
de esta vida. Las cuentas morales, los hechos injustos, las violaciones
de las leyes de Dios que el hombre ha cometido -toda esa enorme deuda, acumulada
a lo largo de toda la vida- tiene, en alguna forma, que ser saldada.
La Biblia dice: "Todos han pecado y están privados de la
gloria de Dios" (Romanos 3:23). Somos pecadores, y como pecadores no
tenemos parte con Dios. Nuestra cuenta impaga nos hace deudores por toda
la eternidad. Pero el mismo pasaje nos sigue diciendo que "por su gracia
somos justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo
Jesús efectuó" (Romanos 3:24). El sacrificio de Cristo
en la cruz del Calvario fue el pago de la redención que nos libra
de nuestra deuda con Dios.
El profeta Isaías lo dijo magistralmente: "El Señor
hizo recaer sobre El la iniquidad de todos nosotros" (Isaías
53:6). Todas las cuentas del que cree en Cristo están eternamente
saldadas. Eso explica la muerte de Jesús. Aceptemos su gracia bendita.
Su amor lo llevó a la cruz, y su sacrificio en la cruz nos libra
de toda deuda.


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