EDITORIAL
El oficio más peligroso del mundo: periodista
Las estadísticas mundiales
destacan que el ser periodista es el oficio más peligroso del mundo.
En los cinco continentes son los comunicadores los primeros en caer por
los riesgos de su profesión, pero los valientes soldados de la pluma,
aun a riesgo de sus vidas, cumplen con la sagrada iniciativa de informar
porque el verdadero periodista lleva la profesión en la sangre.
Uno de los mejores ejemplos lo dio el bardo Gaspar Octavio Hernández
el 13 de noviembre de 1918, quien falleció sobre su máquina
de escribir cuando fustigaba a los comerciantes de la Avenida Central por
no hacer buen uso de los símbolos patrios. Si el aeda estuviera vivo,
sufriría un nuevo síncope al ver cómo atentan contra
la nacionalidad panameña los que promueven los llamados "días
puente" que sólo benefician a una reducida parte del comercio
local.
Casi en los umbrales de un nuevo milenio los periodistas han sido firmes
baluartes de las luchas por la soberanía y la dignidad patriótica.
Y por eso hemos sido perseguidos por no adoptar una actitud genuflexa contra
las políticas neoliberales que incluyen las privatizaciones que despojan
al Estado de sus bienes más rentables.
El periodista actual, más formado académicamente y dueño
de una mayor sensibilidad social, no es ajeno a los cambios de la globalización,
pero demanda también un perfil más humano porque no siempre
el progreso económico es sinónimo de bienestar. En razón
de ello, los periodistas emplazamos a aquéllos que no interpretan
las demandas de sus pueblos y deliran con regímenes autocráticos,
nostálgicos del brillo opaco de cuarteles y espadas vírgenes,
pero con un alto concepto de la represión.
El periodista ha estado presente en el desarrollo que ha traído
un alpinismo generacional levantando siempre en alto el estandarte de la
libertad de expresión. Y esa es su mejor arma. El derecho de decir
lo que se siente y el derecho de disentir.
En el Día del Periodista panameño, saludamos a todos los
comunicadores sociales con la exhortación de ser cada vez mejores
profesionales. El ejemplo del autor del "Canto a la bandera" es
inspiración para ser comunicadores que tengan como norte la eficiencia
y honradez. Pero algo muy importante es inyectarse la mística de
orgullo profesional, ese que no derrumban las dictaduras ni lo seducen los
cantos de sirena de políticos oportunistas que creen que el periodista
es un instrumento.
Honremos la profesión que hemos escogido y seamos profesionales
en todo el sentido de la palabra. Esas jornadas de valía nos darán
una fragua de honor, justicia y libertad.


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