CUARTILLAS
Trece
Milcíades A. Ortiz Jr.
Cada vez que leo en los periódicos
sobre la muerte de un periodista siento dolor, y pienso que podría
ser yo la víctima o un colega panameño.
Por eso recorto la noticia y al iniciar mi clase en la Universidad se
las leo a los alumnos. Al terminar, con solemnidad digo "la clase de
hoy se la dedicaremos a... quien murió en el cumplimiento de su deber".
No creo que muchos profesores hagan algo parecido, tal vez por temer
asustar a los estudiantes sobre los peligros de ejercer el periodismo. También
leo con frecuencia noticias sobre la muerte de periodistas en los últimos
años, como prueba de que ejercer ese oficio es algo riesgoso, lleno
de sinsabores, pero también de satisfacciones.
Pienso que al alumno no hay que "endulzarle" la triste realidad
del oficio que estudian, ya que eso es alejarlos de la realidad. Por supuesto
que no soy negativo, sino realista. Siempre añado: "pero el
periodismo es el oficio más hermoso del mundo, como diría
García Márquez, pero para ejercerlo hay que tener vocación,
sacrificio, valentía y responsabilidad social".
Para no "creerme lo máximo", advierto que hay otros
oficios que también exigen lo anteriormente dicho; sin embargo, no
tienen tanto riesgo como el periodismo. Y nuevamente uso las estadísticas
al enunciar que luego de los militares, el periodismo es el oficio de mayor
riesgo que existe en estos momentos.
¿Por qué ocurre esta amarga realidad? Sencillamente porque
a la gente no le gusta que le digan o divulguen las verdades; porque muchos
periodistas descubren chanchullos y malas acciones, y con su pluma tratan
de enviar a la cárcel a los sinvergüenzas.
Como digo a mis alumnos repetidas veces, "el comunicador social
debe ser un agente de cambio". Debe promover un cambio para mejorar
la sociedad donde vive, imponer la existencia de los valores cívicos
y morales en la nación a la cual pertenece.
Insisto mucho a los alumnos que hay que ser éticos y no dejarse
sobornar a nadie. Llego a explicarles cómo debe actuar un reportero
en situaciones de violencia, por ejemplo manifestaciones callejeras.
Con lo poco que sé de armas, les oriento sobre protegerse de piedras,
botellazos, gases lacrimógenos, escopetazos (perdigones), balazos,
etc. Insisto con severidad: "ninguna noticia justifica que un periodista
pierda la vida, ya que ella es lo más valioso que tiene el ser humano.
El periodista no debe convertirse en noticia, sino hacer la noticia".
También les hablo sobre comportamiento en conferencias de prensa,
afirmando que sólo hagan las preguntas convenientes; que no pregunten
por gusto ni expresen su opinión personal antes de formular la interrogante,
para no manipular al preguntado.
Advierto que no se emborrachen ni den espectáculos bochornosos
en una reunión, ya que eso afecta de por vida su imagen profesional.
Repito muchas veces que deben "sentirse orgullosos de ser periodistas,
y no permitan que nadie abuse de ustedes".
Elevándoles la auto-estima declaro que un periodista es tan profesional
como un médico, abogado, arquitecto, economista, etc. Los insto a
estudiar continuamente al proclamar: "yo me gradué de Licenciado
en Periodismo en diciembre de 1965 y todavía sigo aprendiendo periodismo,
para no quedarme atrás de las innovaciones que tiene esta profesión
tan importante para la sociedad".
Como realista que pretendo ser, no oculto que hay malos periodistas que
usan chantaje, actúan siguiendo fines malévolos, y hacen una
labor contra la ética profesional. "Pero esos son la minoría
y por supuesto, no son periodistas".
No es raro que alzando la voz sentencie: "una mentira no es noticia;
así que digan siempre la verdad!". ¡Feliz día del
periodista!
|