Un sentimiento extraño me sobrecogía al ver Los Ángeles, en aquel vuelo de regreso a Panamá. Bajando del avión, uno notaba los enormes cambios que los Estados Unidos sufrieron desde el fatídico 11 de septiembre. Al salir de la Terminal Tom Bradley, un ambiente de tristeza, entremezclado de patriotismo, y un elevado nivel de sensibilidad humana, había en las caras de los norteamericanos. Cientos de banderas llenaban las calles y varios letreros con frases como "Dios Bendiga América" estaban por doquier.
A poco más de dos meses de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, la historia cambió para todos. Desde entonces, los estadounidenses descubrieron el enorme valor de la comunidad latina en su país. Miles de personas latinoamericanas colaboraron en la ayuda a las víctimas del derrumbe en el World Trade Center. Muestras de hermandad con Estados Unidos se han visto como la reciente "Marcha de las Américas" en Miami, en donde nuestra gente animó a los norteamericanos a sobreponerse del desastre y seguir hacia adelante.
Es una lástima leer comentarios argumentando que los Estados Unidos no tiene "derecho a defenderse", que el ataque en Afganistán es una prueba del imperialismo yankee o de la prepotencia de George Bush contra el mundo musulmán. Esos panameños jamás vivieron en carne propia el sufrimiento de los estadounidenses al conocer de los atentados. No quieren reconocer que en las dos torres del World Trade Center había cientos de latinoamericanos, muchos de ellos muertos en el ataque kamikaze. Igual, no sólo había "gringos" en los colosos de acero y concreto que se derrumbaron; habían canadienses, pakistaníes, hindúes, egipcios, israelíes, europeos, asiáticos, nacionales de El Salvador y Ecuador. ¿Y qué decir de las tres panameñas profesionales que desaparecieron ese día en la nube de polvo que cayó sobre Manhattan?
Toda nación signataria de la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) tiene el derecho de defenderse ante agresiones foráneas. Lo que ocurrió el 11 de septiembre es una clara advertencia que no sólo los países pueden atacar militarmente a otro Estado. Una organización terrorista agredió no sólo al pueblo norteamericano, también atacó a toda la comunidad y sociedad internacionales, matando a miles de inocentes civiles. Les puedo aceptar el ataque al Pentágono, pues es un símbolo militar de la hegemonía estadounidense, pero asesinar a ciudadanos indefensos en edificios comerciales, eso es cosa de bárbaros, es TERRORISMO. El artículo 51 del documento fundamental de la ONU permite el derecho inherente de la defensa y reacción de los estados ante agresiones.
Acaba de concluir la Cumbre de la Conferencia Económica del Asia-Pacífico, realizada en Shanghai, China Popular, en donde todas las naciones participantes han dado su respaldo a la campaña antiterrorismo de Estados Unidos contra el régimen Talibán, el cual da cobijo a los asesinos de Al Qaeda y a su líder, el árabe saudí Osama bin Laden. Rusia y China Popular, enemigos recalcitrantes de Washington, reiteraron a George Bush su apoyo para reprimir el terrorismo integrista.
Si el mundo respalda a Estados Unidos en la campaña antiterrorista, ¿Por qué Panamá no lo puede hacer? En este momento de infortunio, es cuando podemos demostrar a una nación amiga, a un aliado histórico como lo es el pueblo norteamericano, nuestra voluntad de luchar contra las fuerzas de la anarquía. |