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Buen trabajo de equipo de Bush lo catapulta como favorito

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Austin
EFE

George W. Bush puede ganar o perder las elecciones presidenciales del próximo martes, pero lo cierto es que el equipo a su alrededor ha desarrollado una estrategia muy efectiva que ha convertido un candidato mediocre en un hombre con grandes posibilidades de llegar a la Casa Blanca.

Este equipo de asesores ha sabido ocultar las facetas más oscuras de Bush y resaltar su lado campechano y cálido hasta convertir al candidato republicano en material electoral consumible por el votante estadounidense.

El jefe de campaña Karl Rove, la portavoz Karen Hugues, el experto en recaudación de fondos Donald Evans y el "duro" Joe Allbaugh son el "núcleo principal" de la campaña, cuyo gran éxito puede haber sido, simplemente, convertir a Bush en un candidato con posibilidades, independientemente de la victoria.

Bush, a quien se le atribuye un escaso brillo intelectual y continuas equivocaciones de todo tipo cuando habla, es el favorito de las encuestas frente a Al Gore, vicepresidente durante ocho años de prosperidad económica y hombre preparado para llegar a la Casa Blanca.

Las numerosas carencias verbales del candidato republicano han sustituido a Bill Clinton como la principal materia prima de los programas cómicos de televisión, pero ello no le impide tener posibilidades de ganar.

¿Por qué? Básicamente porque Bush conoce sus deficiencias mejor que nadie, lo que le permite mostrarse con confianza en sí mismo y dar una imagen de ganador, algo básico en este país.

Además, los asesores de Bush han pulido aún más el sistema que le llevó a ganar a la popular demócrata Ann Richards para la gobernación de Texas en 1994.

Se trata básicamente de llegar directamente al electorado y no andarse por las ramas.Bush repite hasta la extenuación unos pocos eslóganes de escasa profundidad, pero con la esperanza de que su significado sencillo cale entre los ciudadanos.

Frases simples como "Yo confío en el pueblo, no en Washington", "Devolveré el honor y la dignidad a la Casa Blanca", "Yo soy un unificador" contrastan con algunos de los detallados programas de gobierno que promete su rival, Al Gore.

Tal vez el mejor ejemplo de la estrategia ocurrió en los tres debates cara a cara entre Gore y Bush.

Previamente, la campaña republicana había creado unas expectativas exageradamente bajas para su candidato en lo que no era un alarde de modestia.

Así, cualquier actuación del gobernador de Texas que no fuera una catástrofe se podía presentar como un triunfo.

Y esos planes se cumplieron a la perfección: Gore se perdió con frecuencia en explicaciones aburridas y reiterativas, mientras que Bush -incorrecciones incluidas- daba un mensaje simple y llano que hizo pensar a muchos "no es tan tonto como parecía".

Mientras Gore luchaba por dominar las cifras de los asuntos políticos, Bush desplegó un tono afable, al alcance del ciudadano medio, lego en tecnicismos fiscales o internacionales.

Todo ello no se ha hecho sin algunos problemas, aunque Bush y sus asesores han logrado que cualquier sobresalto salga poco a la luz.

Por ejemplo, la campaña, basada en Austin, la capital de Texas, ha tenido algunos roces evidentes con la dirección del Partido Republicano en Washington, que lamentaba cómo los texanos iban por su cuenta y no consultaban a sus expertos a nivel nacional.

Desde Austin, Bush ha sido libre de dar un mensaje de tono moderado y centrista a la campaña, lejos de las tendencias demasiado conservadoras de algunos líderes y corrientes republicanas.

También ha podido dar un mensaje poco claro sobre el aborto, pero que satisface por ahora a los más conservadores de su partido.

Además, los estrategas de Bush han mantenido un férreo control en el acceso de los periodistas al candidato, con lo que han evitado muchas meteduras de pata o comentarios negativos.

La única vez que Bush metió la pata fue cuando lanzó un insulto malsonante a un periodista del "New York Times", y ello ocurrió cuando estaba lejos de sus asesores, en un estrado -sin saber que ya se habían conectado los micrófonos-.

Al gobernador de Texas le gusta usar con frecuencia el refrán "dime con quien andas y te diré quién eres", lo que resume en cierta forma su acierto al rodearse de un equipo sólido.

 

 

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También ha podido dar un mensaje poco claro sobre el aborto, pero que satisface por ahora a los más conservadores de su partido.

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