El gobierno panameño informó recientemente que cerca de tres mil efectivos de la Guardia Nacional de los Estados Unidos llegarán a Panamá, desde el próximo mes de enero de 2003, como parte de una ayuda de cooperación en reparación de carreteras, trabajos a favor de proyectos civiles, y respaldo técnico en obras públicas.
Por supuesto, esta información ha generado revuelo en la comunidad panameña, tanto por quienes son partidarios del regreso de los soldados estadounidenses o por los que rechazan su presencia en el Istmo. Lo cierto es que habrá protestas de los sectores populares y de la izquierda recalcitrante, que nunca aceptó que la bota del tío Sam pisara nuestro suelo.
El hecho es que las tropas norteamericanas estarán en el sector Este del país, en el Oriente de Panamá y Darién, ayudando a las comunidades indígenas de la frontera selvática. Es lógico que los analistas y politólogos vayan a pensar que los efectivos de Estados Unidos estarán aquí por otras razones, debido a la situación conflictiva en la vecina República de Colombia. También habrá que esperar la respuesta de los insurgentes paisas que usan a Darién como "resort de descanso".
Bueno, en otros tiempos, de nuestra parte hubiera salido alguna crítica a la presencia militar estadounidense. Pero, como estamos tan mal parados con el asunto de la seguridad interna, la delincuencia hace de las suyas en las ciudades panameñas, mientras que la policía local y sus agencias de apoyo no se dan abasto para enfrentar los problemas que generan el crimen organizado.
En otro asunto muy preocupante, fuera de los casos clásicos que generarían la excusa para aceptar la presencia de las tropas estadounidenses, como la delincuencia y la amenaza guerrillera colombiana, está otro peligro latente: el terrorismo. Con la incapacidad de este gobierno que tenemos desde 1999, que no visualiza los problemas futuros por la falta de seguridad interna y de la posibilidad de ataques terroristas, sería bueno que la mera presencia de los "yankees" (los militares y no los beisbolistas de Nueva York), hiciera arrepentir a los enemigos de la paz sobre pensar siquiera en realizar un atentado dramático en el Istmo.
El Canal de Panamá, los centros turísticos y el centro bancario internacional son sitios tentadores para el terrorismo organizado, el cual ya no tiene reparos en atacar cualquier sitio del globo terráqueo. Si los norteamericanos han logrado aprender algo del 11 de septiembre de 2001, es la malicia y la experiencia de lidiar con los terroristas, algo que las autoridades panameñas nunca han enfrentado, pues jamás ha ocurrido un atentado suicida contra un objetivo en nuestro país.
Ni modo, si nunca usamos a Howard y a Fuerte Sherman para algo decente, fuera del ámbito belicista, mejor sería que le regresemos esas bases abandonadas a los gringos, pues ellos sí les darán un uso prioritario para realizar sus proyectos de cooperación técnica en Panamá, incluso su plan estratégico militar global. |