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Con una facilidad que escandaliza algunos panameños mentimos en cosas tan delicadas como una solicitud de trabajo, por ejemplo; o con los certificados médicos para obtener carné de piscina; o con las incapacidades... Estos son meros ejemplos, algunos dirán que triviales, del espíritu tramposo que, lastimosamente, nos caracteriza.
Sabrá Dios en qué momento la sociedad panameña institucionalizó la mentira, la trampa y el juega vivo. Lastimosamente estos antivalores se han convertido en parte estructural de nuestra personalidad social, y hoy por hoy son los ejes de una gran y triste mayoría de nuestras conductas.
De los políticos mejor ni hablemos porque en ellos se resume y se concentra este defecto del civismo nacional. Mejor hablemos del hombre o mujer que llaman a la empresa donde trabajan para decir que no pueden ir a trabajar porque están enfermos, cuando en realidad lo que quieren es escaparse a la playa, o lo que están es engomados por la farra del fin de semana.
Hablemos del vecino que se coge más terreno del debido al momento de levantar la cerca de su casa, perjudicando a los de la casa de al lado. Estas son las cosas que nos perjudican como sociedad, y nos llevan al abismo. ¡Urge un cambio! |
