EDITORIAL
"Lula" Da Silva
Luis Inácio "Lula" Da Silva, el cuco de los neoliberales en América, ganó en Brasil. Se cumplió el pronóstico y el sesenta por ciento de los votantes le fueron fieles. Quiere decir que seis de cada diez brasileños, que fueron a las urnas, prefirieron la izquierda.
Se trata de un ex obrero metalúrgico que no terminó la escuela primaria y se forjó en la política en luchas sindicalistas contra la dictadura que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. Ya había sido derrotado en las elecciones presidenciales de 1989, 1994 y 1998, cuando la fórmula neoliberal hincaba sus preceptos radicales en América Latina. Pero esta vez todo cambió: las reformas económicas estructurales han provocado hasta ahora más diferencias sociales, intranquilidad, desempleo e insatisfacciones por un sistema que prometió mucho y hasta ahora no da nada.
No obstante, el ambiente económico y político no es lo único que ha cambiado en Brasil y América. "Lula" también dio un giró. Cambió su retórica marxista del pasado, y logró un acuerdo estratégico con un partido de centroderecha, lo que le permitió tener a un empresario como vicepresidente.
Aún así los más conservadores le temen. Pese a la moderación del candidato del Partido de los Trabajadores, los dueños del capital tienen incertidumbre sobre qué sucederá con el pago de la pesada deuda brasileña, de 260.000 millones de dólares, ahora que hay un gobierno marxista.
La admiración que causa en la gente -¡la esperanza que le ha dado a los brasileños!-, y su difusa relación con Fidel Castro y Hugo Chávez, lo convierten en una pieza impredecible y hasta peligrosa, si se considera la posibilidad de que use su ascendencia popular y la mezcle con el substrato de su hoy exótica formación política.
Sin embargo, podrían estarse equivocando quienes usan el miedo como herramienta contra "Lula". Asustan diciendo que la economía se vendrá abajo ahora que el izquierdista está en el poder, y que convertirá a Brasil en algo parecido a Cuba (con su atraso y ostracismo) o Venezuela, agobiada por la violencia, la inconformidad y la presencia de un tirano. Esta táctica podría llevar al país a la ingobernabilidad, al tiempo que condiciona el pesimismo en la opinión pública internacional. El error sería mayúsculo si a alguien se le ocurre ir más allá, y le tranque el paso de aire cerrando empresas, bloqueando el transporte y sacando el capital.
No hay nada peor que una campaña conservadora radical, sin reglas ni puntos medios. El Chile de Salvador Allende, es un ejemplo. Si el pueblo, seis de cada diez electores, se decidió por Luis Inácio, se debe permitir que actúe. No es lícito ni saludable forzar el carro en contra de la tendencia general, en vía contraria. El saldo es de muerte e incomprensión. Si se equivoca, las urnas hablarán en el próximo período. Esas son las reglas de la democracia. Violentarlas sería un crimen.
PUNTO CRITICO |
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