OPINION


Monseñor Laboa

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Por Alfonso Zamora
Colaborador

La muerte de Monseñor Sebastián Laboa debe llevarnos a todos los panameños a reflexionar sobre nuestro destino nacional y la necesidad de entender que los caminos del diálogo nos conducirán a la solución de nuestros problemas.

El prelado representante de El Vaticano en los momentos de la sangrienta invasión, constituyó una pieza clave en el desenlace de la crisis de finales de los ochenta.

Al despedirse de Panamá, nos dejó el gran reto de madurar y ser uno de los países latinoamericanos líderes, porque dijo, sintió amor por este pueblo y nunca perdió su fe en la nación panameña.

Su esmero por lograr acuerdos en todo el período de oscuridad, su firmeza y amplitud hizo que las tinieblas dieran pronto paso a la luz y que el desfile de la muerte se detuviera.

Por eso, bien señaló El Pulso de Panamá, del diario El Panamá América, sin Monseñor la crisis hubiera sido peor y los resultados, mejor no pensarlos.

Este alto jerarca de la Iglesia Católica, no importa en el país que haya nacido, pertenece al pueblo panameño, porque nos amó y dio todo por la redención de la panameñidad.

El Estado debe darle todos los reconocimientos a su obra vinculada a la democracia panameña y su nombre debe quedar escrito para siempre en las doradas letras de la historia de nuestra patria.

 

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