Triste...
Es la palabra que describe lo que se vivió ayer, en la Morgue Judicial.
Desde tempranas horas de la mañana, las puertas del edificio que alberga al depósito de cadáveres fueron abarrotadas por personas afligidas y desesperadas que no encontraban a sus familiares en ningún centro hospitalario del país.
Ellos estaban alarmados, pues el día anterior 18 personas habían muerto calcinadas a bordo del autobús 8B-06 de la ruta Mano de Piedra-Corredor Norte.
Al entrar a la morgue sentían el frío espantoso y desconcertante de la muerte. Ahí, en la recepción, les daban un número, el cual les indicaba el turno que les tocaría para observar si entre los cadáveres estaban las personas que buscaban afanosamente.
Sus esperanzas de encontrar a sus familiares con vida se desvanecían a cada segundo.
A medida que cada persona se acercaba a su turno, las manecillas del reloj se volvieron lentas y la angustia crecía.
Las miradas se perdían en el horizonte como quien contempla viejos recuerdos sacados del disco duro del cerebro y de las profundidades del corazón.
Cuando escuchaban el llamado, entraban rápidamente, igual que quien va en busca de un tesoro que se puede perder o, peor aún, que ya se perdió. Los primeros en recibirlos era un equipo de trabajadores sociales y psicólogos que los preparaban mental y emocionalmente para enfrentar el fin de una búsqueda, quizás la más horrible de toda su existencia. Sus rostros eran el vivo reflejo del miedo, la zozobra y la incertidumbre.
Esas condiciones se intensificaron cuando reconocieron a sus familiares. La realidad de observar los cuerpos quemados en un 80% les dio un golpe duro.
Relatos escalofriantes surgieron. Uno de los familiares relata haber reconocido el cadáver de su esposa por el anillo de compromiso de boda y un collar que llevaba consigo. Otro señor dijo haber perdido a su esposa y su hija en el viaje infernal.
Según el doctor José Vicente Pachard, jefe del Instituto de Medicina Legal, muchos familiares optaron por observar prendas y objetos, porque el estado de carbonización en el que quedaron algunos cuerpos, les impedía percatarse y, en ciertos casos, hasta negar que esos fueran sus familiares.
Pachard manifestó que 16 cadáveres fueron identificados gracias al aporte de los familiares y del personal de Odontología Forense, Criminalística de la Policía Técnica Judicial, peritos del Laboratorio de ADN y forenses. En el proceso de identificación también brindaron colaboración dos miembros de Criminalística de la Policía Española.
Pachard también informó que fueron practicadas 11 pruebas de ADN y que aún faltan dos personas que no han sido reclamadas por nadie. Se trata de un hombre y una mujer adulta. La fémina tenía cabello negro y tres sortijas en la mano izquierda. Del hombre se hará un retrato hablado para poder dar con su identidad.
A la Morgue Judicial también se apersonó el alcalde de San Miguelito, Héctor Carrasquilla, quien expresó sus condolencias a los dolientes y les comunicó que el municipio costeará los gastos de los servicios funerarios de los 18 perecidos.
El viceministro de Gobierno y Justicia, Severino Mejía, también visitó la Morgue Judicial y señaló que las leyes de tránsito son muy limitadas y que en el mes de enero del próximo año se pondrá un nuevo reglamento. Al ser indagado de por qué el nuevo reglamento no había sido tratado con urgencia notoria, Mejía aseveró que ya existe.
En tanto, los dolientes salían de la Morgue Judicial cabizbajos, con lágrimas y abrazados. Mientras a las 5:00 de la tarde, el conductor del autobús, Próspero Ortega fue sacado por la parte trasera de la Sala de Urgencias del Hospital Santo Tomás por personal de Criminalística de la PTJ.
Una de las víctimas es Iván Castillo, quien fue utilero de la selección nacional de baloncesto en los pasados XX Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena, Colombia, asistió como delegado.
El dirigente Arquimedes Bedoya, quien administra el gimnasio Gringo de la Guardia, contó que Castillo cooperaba con la Federación Panameña de Baloncesto (FEPABA) desde hace 15 años.
Los informes revelan que el autobús sólo tenía capacidad para 55 pasajeros, pero en su interior iban 65 personas.
La Iglesia Católica, a través del Obispo Auxiliar, monseñor José Domingo Ulloa, envió un mensaje de condolencia a los familiares y exigió un alto al relajo que existe en el transporte público.