MENSAJE
Unidos en la esperanza
- Hermano Pablo
- Costa Mesa, California
Fue un viaje apasionante aunque
difícil. Un viaje turístico, si se quiere, aunque con miras
científicas. Un viaje de 5.860 kilómetros de largo y 220
días de duración. Un viaje a través del peor de los
continentes: la Antártida.
Lo hicieron Geoff Somera, de Inglaterra; Víctor Boyarsky, de Rusia;
Keinzo Funtzu, de Japón; Jean Louis Etinne, de Francia; Qin Dahe,
de China y Will Steger, de Estados Unidos. Cuando por fin, tras la tremenda
odisea, habían atravesado todo el continente, Will Steger estampó
esta frase: "Seis hombres disímiles, de seis países diferentes,
hemos sido forjados en uno, como hermanos, en el peor de los climas del
mundo".
Esta hazaña científico-deportiva conmovió al mundo.
Seis hombres, con espíritu de aventura y con interés científico,
cruzaron la Antártida en un viaje de 220 días. Las penurias
increíbles y las dificultades espantosas sufridas, los dolores físicos
y psicológicos que los azotaron, los peligros que corrieron juntos,
los forjaron en un sólido bloque de hombres que se sentirán
hermanadas para siempre.
El sufrimiento compartido es una fuerza que une a los hombres por encima
de sus diferencias raciales, culturales o religiosas. La prueba y el dolor
compartidos desarman a lo más contrariados.
Hay familias divididas que se unen bajo la presión de una enfermedad
mortal. La desgracia en conjunto anula el resentimiento y abre la puerta
para que florezca entre ellos una amistad verdadera y sólida.
Los cristianos primitivos, aquellos que vivieron en el primer siglo de
la era cristiana, dieron, en medio de la más intensa persecución,
el supremo ejemplo de unidad. Perseguidos ferozmente por los romanos, torturados,
robados, calumniados y acusados falsamente, se unieron estrechamente y soportaron
todo como un solo cuerpo.
Así como hay unidad en el sufrimiento, también la hay en
la esperanza. A esos primeros cristianos los unió la persecución,
pero también los unió la esperanza verdadera de vivir para
siempre con Cristo. Y esa misma esperanza une a todas las personas para
las cuales Cristo es Señor, personas a las que el Nuevo Testamento
llama "hermanos".


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