Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!".
Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme"».
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar?.
Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».
La liturgia de este domingo es sumamente importante teniendo en cuenta que trata uno de los temas fundamentales para el crecimiento y desarrollo de todo cristiano, como es la oración.
Todo gran hombre de Dios que ha dejado huella en el mundo por su testimonio, ha tenido como primera fuente de su quehacer la oración, que le ha llevado a una vida ejemplar para otras generaciones.
Lucas en su evangelio nos presenta una bella parábola donde queda clara que la oración siempre obtiene respuesta y haciendo la comparación de un juez terrenal injusto con Dios que es todo bondad, Jesús nos llena de esperanza al saber que Dios nos ayudará sin demora en nuestras luchas.
Dicen que Dios gobierna al mundo, pero que la oración gobierna a Dios, en esta parábola parece muy cierta esta afirmación y sin duda Jesús en sus enseñanzas siempre quiso darnos confianza para acercarnos a Dios como Padre y, a través del diálogo sincero, darle cabida y reconocimiento en nuestras vidas para así lograr vencer siempre al mal.
Hoy estamos llamadas a orar sin desfallecer, confiados en la respuesta del Dios misericordioso.