Lo sucedido con una niña en El Chorrillo que murió a consecuencia de un disparo en la cabeza, en medio de las batallas entre bandas que se registran en ese populoso sector, hace necesario una acción conjunta entre la comunidad y las autoridades.
No puede ser que la gente decente de El Chorrillo y otros barrios adopten una actitud de cómplices de los maleantes. Muchas veces los vecinos con su silencio, permiten que las acciones delictivas de los chicos del barrio, vayan incrementándose, cuando deben denunciar esas actuaciones con tiempo, para tratar de aplicar correctivos contra esa juventud descarriada.
También los grandes culpables son los padres alcahuetas de esos jovencitos que asaltan y roban, sin que sus familiares hagan nada por frenar esa maleantería. Estos delincuentes no trabajan, pero llegan con dinero a sus hogares y sus padres no preguntan de dónde salió ese efectivo.
Al mismo tiempo, las autoridades deben hacer su papel. Los policías no deben hacerse los ciegos ante actos delictivos que se cometen casi al frente de sus cuarteles. Cómo es posible que las llamadas zonas rojas de la capital estén provistas de cámaras de vigilancia y no se capturen a los que disparan y matan a niños y adultos.
El Ministerio Público y el Organo Judicial, también tienen su grado de responsabilidad, porque no desarrollan investigaciones y procesos tendientes a exigir responsabilidad a esos pistoleros de barrios y se limitan a desarrollar sumarias superficiales, que casi siempre terminan en sobreseimientos.
Se hace necesario que todos los sectores involucrados hagan su parte, de lo contrario la gente decente tendrá que vivir encerrada, mientras los maleantes controlan las calles a ciencia y paciencia de la sociedad y las autoridades.