Érase una vez, dos ciegos corrieron a Jesús gritando:
-¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
Jesús miró mientras se acercaban y les preguntó:
-¿Creen que puedo hacer esto?
-Sí, Señor -le contestaron.
Entonces Jesús tocó sus ojos y profirió:
-Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen.
Y en ese instante recobraron la vista.
-"Procuren que no lo sepa nadie -advirtió Jesús.
No obstante, apenas salieron, contaron por toda la región lo que Jesús había hecho.
Mensajes: 1) La fe es imprescindible para la obtención de milagros: así como Cristo preguntó a los ciegos que buscaban recuperar la vista si ellos creían que Él podía hacerlo, así mismo Dios, a través de diversas situaciones de prueba, nos pregunta si creemos que Él puede hacerlo. ¡Sepamos responderle con nuestra perseverancia y fortaleza ante las adversidades que sí tenemos fe y sí creemos que puede hacerlo porque Él es Omnipotente. 2) A veces se requiere de la intervención de un ungido: de igual manera como hicieron los ciegos al recurrir a Jesús, busquemos auténticos ungidos del Señor para que Su poder sea manifestado mediante ellos en nosotros. 3) Algunos milagros no deben ser divulgados detalladamente: Jesús pidió a los ciegos que no narraran lo ocurrido a nadie.
La explicación es sencilla, puesto que de esparcir la noticia, la gente creería por el hecho y no por la fe. Sin embargo, no en todos los casos es así, ya que El Eterno desea que testifiquemos sus maravillosas y milagrosas obras para Su honra y gloria.
El Espíritu será quien nos comunique cuándo debemos testimoniar acerca de un milagro del Señor y cuándo no.
Ahora, no constituye pecado declarar públicamente que Dios ha ejecutado un milagro; solo que no es recomendable cuando el Espíritu haya determinado guardarlo en secreto para evitar que crean por el "ver". Aprendamos a oír la voz del Espíritu Santo.