La explosión de un coche bomba la noche del pasado sábado en una isla turística de Bali causó la muerte de al menos 187 personas, muchas de ellas extranjeras, que murieron descuartizadas o carbonizadas en el atentado más grave perpetrado en el mundo desde los del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
El ataque, que también dejó un saldo de al menos 309 heridos, tenía como objetivo el barrio frecuentado por turistas extranjeros de este "paraíso" indonesio y la explosión redujo a cenizas una discoteca y un bar restaurante, que estaban abarrotados.
La mayoría de las víctimas de esta carnicería sin precedentes, la peor en la historia de Indonesia, serían jóvenes turistas australianos.
El gobierno australiano denunció este acto "de bárbarie", puso sus hospitales en estado de alerta máxima y envió ayuda médica a Bali.
Al menos ocho australianos perecieron, al igual que tres ciudadanos de Singapur, dos británicos, un ecuatoriano, un francés, un holandés y un alemán, según un médico indonesio que identificó ya a 26 cuerpos.
El atentado, no reivindicado hasta el momento, se produce en un momento en que diplomáticos estadounidenses habían expresado sus temores sobre el riesgo de nuevos ataques terroristas en Indonesia, relacionados con la red Al Qaeda, dirigida por el fundamentalista islámico Osama bin Laden.
El mes pasado, la embajada de Estados Unidos en Yakarta estuvo cerrada durante seis días ante el riesgo de atentados. La Casa Blanca condenó el atentado y pidió que el mundo entero diga 'no' al terrorismo.
"La guerra contra el terrorismo debe continuar con un vigor sin tregua y una determinación total", declaró el primer ministro australiano, John Howard. En Australia, las responsabilidades apuntaban hacia el grupo Yemaá Islamiyá, relacionado con Al Qaeda.
Esta misteriosa organización, que opera en el sudeste asiático, planeó ya atentados espectaculares en Singapur, que fueron impedidos a tiempo.
Su presunto líder, Abu Bakar Baasyir, actúa con libertad en Indonesia, según autoridades de Malasia y Singapur. Yakarta afirma que no posee pruebas para detenerlo.
El atentado de Bali asesta un golpe terrible al turismo indonesio que hace llegar al país 5.000 millones de dólares al año, así como a las inversiones extranjeras.
"Nunca vi una cosa parecida", explicó a la AFP el fotógrafo francés, Cyril Terrien.
"Me encontré con cuerpos calcinados, descuartizados. Había cadáveres de indonesios y extranjeros mezclados". |