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En la calzada de la calle Al Saadún, una de las principales de la ciudad, hay restos de cuerpos humanos esparcidos.  |
Decenas de personas se abalanzaron hacia el hotel Bagdad desesperadas por conseguir información sobre sus seres queridos al enterarse de que un kamikaze perpetró un atentado ayer con coche-bomba en ese establecimiento donde se alojaban agentes de los servicios secretos estadounidenses.
En la calzada de la calle Al Saadún, una de las principales de la ciudad, hay restos de cuerpos humanos esparcidos.
Varias mujeres ataviadas con el chador negro, con el rostro bañado en lágrimas, no saben qué ha sido de sus hijos, empleados del hotel. Garabatean nerviosas sus nombres en pedazos de papel que tienden desesperadas a los militares estadounidenses que acordonan la zona. "Vamos a publicar muy pronto una lista de las víctimas", les dicen unos norteamericanos vestidos de civil que han salido del perímetro de seguridad. Están recogiendo los trozos de cuerpos que la onda expansiva propulsó a más de 100 metros.
"Siete personas han muerto, entre ellas el kamikaze", anuncia sereno el coronel Peter Mansoor de la primera división blindada .
"Un vehículo intentó negociar su entrada (al hotel) pero no tenía los documentos necesarios. Cuando el automóvil no se detuvo, (los policías) abrieron fuego para impedirle penetrar en el recinto", añade.
"El conductor activó una bomba y hubo una explosión 20 metros después del puesto de control y a 100 metros de la entrada del hotel", puntualizó. Muaffak al Rubai, un miembro del consejo de gobierno transitorio iraquí, estaba en el edificio en el momento de la explosión y sufrió heridas leves en un brazo. |