A mediados de los ochenta, diversos grupos y compañías de teatro en todo el país se plantean abrir espacios teatrales para poder mostrar sus trabajos. Esto es consecuencia de una situación teatral en donde participaba un teatro comercial heredado del más rancio y extrovertido público de clase media y media alta y apenas un teatro institucional que servía de escaparate político y que se caracterizaba por el faraónico derroche de medios y su adhesión a lo espectacular. Para los que no tenían acceso a esos ámbitos, quedaba un circuito de espacios comunitarios cuyos programadores desconfiaban de la capacidad de sus espectadores para aceptar propuestas que iban más allá de lo que implicaba que los mismos grupos se vieran abocados a producir un teatro ligero, sin consecuencia y poco convencional y con pocos actores, he ahí lo poco docente, fácil de desplazarse y bastante divertido, en definitiva un teatro de gran pobreza artística.
Así, la apertura de salas por parte de “empresarios artistas”, supone una reacción contra un sistema caracterizado por un teatro que no les gusta, por la inexistencia de espacios adecuados para acometer los procesos de reacciones creativas, por una dependencia absoluta del criterio de sus dueños y así saber que sus trabajos dependían no del escritor sino del productor y el grupo de actores y actrices en movimiento.
Alrededor de las salas, junta los grupos fundadores, empiezan a aglutinarse como niños frente a un pastel, los grupos rebeldes que brincaban de alegría pensando por actuaciones anteriores, que iban a galopar sobre incidencias anteriores y situaciones que les daban ventaja. En algunos casos por afinidad en los planteamientos y en otros como salida a la imposibilidad de mostrar sus trabajos, dando el nombre de teatro alternativo, a sus consecuencias.
Esto dio oportunidad a que cuando las salas se abrieron, se vieron envueltas por la contradicción que ha servido de motor y freno a la vez para su desarrollo en estos quince años, contradicción entre el deseo, la realidad y la gestión.
Las salas alternativas buscan que el teatro sea algo vivo y no un acto social simplemente, los mismos se han constituido en auténticos focos de agitación teatral, tomando como ejemplo el Teatro ABA y el Círculo, que sin embargo están expuestos a su renta por grupos o personas afines y quienes aseguran su éxito económico, vendiendo sus funciones sin temor de pérdidas, aunque en acciones, no de éxito cultural. |