<p>El doctor Salvador Allende, candidato chileno de los pobres, estuvo en el mitin de pobladores de la barriada "bruja" varias horas, chocando manos y dando abrazos.
Luego, al estar en su automóvil, sacó una botellita de alcohol y se lavó las manos.
Este gesto fue conocido por sus allegados, quienes soltaron la lengua y comentaron lo ocurrido.
En algunas personas la lavada de manos de quien años después fue presidente de Chile (y murió por el golpe militar de Pinochet), era una señal de desprecio que tenía hacia el populacho.
Alguien le hizo el comentario. Y Allende, médico de profesión, explicó que se lavaba las manos con alcohol para matar los gérmenes que pudo haber recogido en el lugar.
"Como médico sé muy bien el valor de la higiene", dicen que indicó el dirigente socialista.
Esa anécdota circulaba por Chile cuando yo estudiaba Sociología allí. No sé si era cierta o no, pero la conocían muchas personas.
Algunos usaban la "lavada de manos" de Allende para atacarlo políticamente. Alegaban que realmente despreciaba al proletariado, a los más pobres. Otros sostenían que sencillamente era un gesto de salud, lógico en un médico.
Aquí en Panamá he sabido de esposas que le dicen a sus maridos candidatos que se quiten la ropa y se bañen, para que se limpien del olor a "chusma" que seguramente traen en sus ropas y cuerpo.
Siempre recuerdo lo que me sucedió en El Valle de Antón, cuando recién tenía dieciocho años de edad.
Había un mitin político y un amigo del Instituto Nacional me convenció para que dijera unas palabras "revolucionarias". Para mí fue fácil hablar a favor del pueblo, de sus derechos, sus aspiraciones, a pesar que no tenía ni cédula para votar en esas elecciones.
Después del mitin, me tomaron del brazo y me dijeron que fuera hacia tal cuarto a celebrar la reunión. "Allí hay whisky y atrás seco, para el pueblo".
Para mí fue traumática la experiencia. Luego de escuchar y hablar sobre los derechos del pueblo, los políticos del mitin se olvidaban que luchaban por los pobres, y hacían una diferencia marcada en el licor de la celebración.
Ver a yeyesitos cargando niñas negras humildes me da risa, pues estoy seguro que si no quisieran el voto de sus padres jamás mirarían siquiera a la chiquilla humilde.
Estoy seguro que mucha gente pobre sabe de esta situación. Pero se aguantan que algunos politiqueros se aprovechen de su pobreza para conseguir votos.
Después de todo, en politiquería parece que hay "licencia para mentir y engañar". |