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En este mes de octubre, dedicado tradicionalmente al santo rosario, quisiera dedicar la reflexión del Angelus a esta oración, tan estimada por los católicos, tan apreciada por mi mismo y tan recomendada por otros predecesores míos.
En este Año Santo extraordinario de la Redención, también el rosario adquiere nuevas perspectivas y contiene intenciones más intensas y amplias que antes. No se trata hoy ya de pedir grandes victorias, como las de Lepanto y Viena, sino sobre todo de pedir a María que nos haga valerosos combatientes contra el espíritu del error y del mal, con las armas del Evangelio, o sea, la cruz y la palabra de Dios.
El rezo del rosario es una Oración del hombre para el hombre: es la oración de la solidaridad humana, oración colegial de los redimidos, que nos lleva a meditar sobre el espíritu y las intenciones de la primera redimida, María, madre y modelo de la Iglesia; oración por todos los hombres del mundo y de la historia, vivos o difuntos llamados a ser con nosotros cuerpos de Cristo y a llegar a ser con El herederos de la gloria del Padre.
Teniendo en cuenta las orientaciones que el rosario nos sugiere, oración sencilla y evangélica (cfr. Marialis cultus. 46), descubrimos de otra forma las intenciones que San Cipriano hallaba en el Padre nuestro. Decía: El Señor, maestro de paz y de unidad, no ha querido que orásemos individualmente y solos. En efecto, no decimos “Padre mío, que estas en los cielos” ni “dame el pan de cada día”. Nuestra oración es por todos, de forma que, cuando rezamos, no lo hacemos por uno solo, sino por todo el pueblo, puesto que con todo el pueblo formamos una sola cosa. |
