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CUARTILLAS
Urgencia
 
Milciades A. Ortiz Jr.
Colaborador
Dicen los cuentistas de la vida del dictador con cariño Torrijos, que luego de firmado los Tratados del Canal, sintió pena por la gran cantidad de panameños que no tenían empleos. Por eso inventó el llamado “Plan de Urgencia o de Emergencia”, que consistía en darle cien balboas a personas desempleadas. Miles de hombres y mujeres, de todas las edades se beneficiaron con esta iniciativa, que costó decenas de millones al país. Lógicamente que la acción fue un alivio, pero no remedió el problema del desempleo, pero causó una serie de problemas que fueron solucionados sobre la marcha. En primer lugar estuvo eso de quiénes deberían beneficiarse con este Plan. Al principio se hablaba de las mujeres-padres, aquellas que son el sostén del hogar. Cuando comenzaron a llegar decenas de personas a inscribirse, vimos a jovencitos recién salidos de la secundaria que fueron acogidos en este plan, que realmente no se hizo para ellos. Otro de los problemas fue qué hacer con tanta gente. La burocracia panameña de finales de los setenta no podía absorber a miles de panameños. Sencillamente, no tenían nada que hacer. Eran botellas “oficiales”, producto de la demagogia del gobierno dizque populista de Torrijos y sus militares dictatoriales. Para aliviar este hecho, la gente del Plan de Urgencia fue distribuida en los diferentes ministerios, entidades autónomas e inclusive en la misma Universidad de Panamá. Desde un punto de vista sociológico, la mayoría de estas personas provenían de la llamada clase baja, con bajo nivel de educación. Eso hacía más difícil buscarle algo que hacer. Recuerdo que en un Ministerio dieron órdenes de que la gente del Plan no estuviera en los pasillos. De esa manera se evitaban los corrillos, la aglomeración, lo que daba mala imagen del gobierno torrijista. Pero no había lugares para mantener decenas de hombres y mujeres ocho horas al día, sin hacer algo de importancia. Se pensó que la mejor manera de utilizarlos era ponerlos como ayudantes de funcionarios que ya existían. Eso no gustó a más de uno que tenía miedo que lo pudieran botar y reemplazarlo por alguien que solamente ganaba cien balboas al mes. Entonces alguien inventó los “seminarios de capacitación”. A diversos lugares de la capital, especialmente escuelas, fueron llevadas las personas a recibir charlas sobre la realidad panameña. A varios de los instructores se les dijo “háblenle mal de Arnulfo Arias”, cosa que fue difícil. Muchos de los beneficiados por el Plan Torrijista eran arnulfistas de corazón, y se reían cuando se les hablaba mal del Fufo. En fin, esos seminarios sirvieron para mantener alejados de las instituciones a centenares de personas, pero de allí no pasó. Hay que indicar que algunas personas avispadas y trabajadoras, pudieron ubicarse en ciertas instituciones. En la Universidad, por ejemplo, varias damas llegaron a ser secretarias e incluso estudiaron en horas de la noche. Luego de varios años, y ante el hueco de millones de balboas que provocaba este Plan de Urgencia, fueron desapareciendo los favorecidos. Hoy poca gente recuerda este acontecimiento, que trató de aliviar la presión social de muchos desempleados en los años finales de los setenta. He escrito sobre el Plan de Urgencia, por si alguien se le ocurre esta poco práctica solución, para disminuir el desempleo. Lo único que será efectivo es crear empresas que den puestos de trabajo permanente al panameño. Nada de paternalismo demagógico, ni de “pan para hoy y hambre para mañana”, como dicen en Los Limones de Azuero.
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