Cuidado panameño Nos invaden los Mendigos

Redacción
Crítica en Línea
Hay a quienes la palabra limosnero les causa náusea, odio, y piensan que no son otra cosa que sinónimos de la basura, que forma parte fundamental de una especie de lacra humana, una persona sin futuro, sin presente y sin pasado. Parece que se les olvida que es una acción tan eclesiástica como la Iglesia misma, que de ella se mantiene, así como se mantiene quien la pide en la calle. La diferencia está en que la Iglesia recibe y ayuda al que los necesita; el limosnero, ¿a quién ayuda?. Sin dejar de un lado a aquellos niños obligados o no por sus padres, que tienen como responsabilad hacer de esta actividad su sustento diario, con el fin de continuar sus estudios o llevar el sustento a sus casas. Aseguran que los limosneros son elementos a los que el ojo ve, pero, no les hace caso, que el oído oye pero no escucha y que por quienes el corazón no deja de palpitar normalmente. Quizás estas personas tengan todo el derecho de sentirse así, sin embargo, hay quienes en realidad no les quedó otra cosa qué hacer porque la vida les cerró la puerta. Sin embargo, hay limosneros que no son mejores que un vulgar ladrón o vago estafador, porque en sus horas de ocio lo hacen directa o indirectamente, estos son los que lucran con el sentimiento humano y, además, se burlan de las discapacidades de los demás al imitarlos. Los encuentra en cualquier esquina, en cualquier semáforo, en cualquier centro comercial. Raúl Leis, docente universitario y sociólogo de profesión, aseguró que pauperización o extrema pobreza de un mendigo o limosnero se manifiesta a través de problemas mentales, consumo de drogas, pero el grueso por la extrema pobreza. Las personas de escaso recursos, poca educación y pocas oportunidades y dotados de una alta inseguridad, vulnerabilidad y pusilánimes y que por sus limitaciones no han encontrado los mecanismos para salir adelante, están expuestos. No obstante explicó que hay casos aislados de personas que lo han tenido todo y un día se ven inmersas en problemas, buscan el alcohol o las drogas como confidente, y terminan en la calle sin nada, solo con su soledad y su desesperación, por lo que dijo que nadie está exento de caer a este nivel, por lo que es necesario tener a la mano la ayuda necesaria. Alegó que a diferencia de los limosneros piedreros que en su gran mayoría atraviesan problemas mentales, los limosneros que conocemos son parte de una población productiva, que se desperdicia, sin embargo, muchos de ellas generan su propia situación, al resistirse a buscar apoyo. Algunos limosneros dicen ser inválidos, pero si les observas detenidamente te darás cuenta que no solo pueden caminar, sino también correr como cualquier atleta. También algunos se hacen pasar por ciegos, pero los puede desenmascarar poniéndoles en la mano un billete de cinco balboas el que como un rayo tomará sin titubear y sin perderse en la oscuridad de su inventada ceguera. Igualmente existen los supuestos locos. Estos se paran en los semáforos, aparentando ser parapléjicos, no hablan, sino gimen y gritan, pero al cabo de la faena diaria los observas caminando normalmente en las calles del país. Evidentemente estos son casos que no solo merecen el repudio, sino también una investigación judicial, pero hay personas a quienes el destino no les dio otra oportunidad y los acorraló. ¿Será porque vivimos en el país de la cultura de la extrema pobreza, el llamado mundo de la sobre vivencia, el más vivo sobre el débil? Las personas de escasos recursos, poca educación, pocas oportunidades y dotados de una alta vulnerabilidad, que no ha encontrado los mecanismos para salir adelante, son los más propensos. Tal es el caso de Moraico Pérez, quien hace cincuenta años vino a suelo patrio desde el Perú a buscar lo que él denomina el "sueño del dólar", es decir, ganar dólares por unos años, enviarlos al Perú y luego de tener un ahorro considerable regresar y abrir su propio negocio. Pero al principio no fue fácil, su primer trabajo fue en el aserradero de las Cumbres, allí aunque ganaba poco podía mandar algo a sus parientes, luego trabajó en la construcción en donde los contratos eran escasos, pero siempre había algo. Logró alquilar un cuarto en El Marañón, y se enamoró de una bella trigueña que al cabo de uno años se fue con otro. Moraico empezó a beber, día y noche sin parar, y ver si olvidaba su dolor, pero esto nunca ocurrió y se convirtió al cabo de un tiempo en un alcohólico. En lo sucesivo todo le fue saliendo mal, perdió su trabajo, y no lograba retener los que obtenía esporádicamente, su desesperación lo llevó a pensar en el suicidio, pero nunca lo hizo. Su depresión ocasionó que perdiera a sus amigos, y se quedó solo. La soledad puede ser la peor de las consejeras. Y así se la pasó durante años, nunca aprendió a leer ni a escribir, jamas se preocupó por buscar otro trabajo que no fuera en la construcción y le cayeron los años, nunca logró cotizar en Caja del Seguro Social y nunca se jubiló. Un día, luego de haber pasado más de 48 horas sin comer y al verse acorralado, decidió salir con un vaso a la calle y pedir limosnas. Hoy tiene 78 años y lleva 17 de ellos pidiendo dinero en las calles. Ahora dice no tener familiares ya que los que tenía en el Perú han fallecido, solo espera que la muerte lo llame para salir de su desgracia. La historia de Moraico podría haber tenido otro final, pero hay combinaciones letales, que al no tener antídoto acaban con una vida, decepción, soledad, alcohol y drogas. No obstante, este relato no se compara con la gran mayoría de los limosneros que hoy deambulan por las calles panameñas, que en su desesperación y en su incontrolable deseo de ingerir su única amiga (la piedra) no desaprovechan la oportunidad de pedir "una ayudita por el amor de Dios". Hay que crear un malestar sano tendiente a sensibilizar y a preguntarnos cuáles son las soluciones, y a ayudar a quien realmente lo necesita. Para el presidente de la Coordinadora Popular por los Derechos Humanos en Panamá (COPODEHUPA), el sacerdote Conrado Sanjur, en nuestro país se han violado durante décadas los derechos humanos de los mendigos, quienes por las razones personales que sean han caído a ese nivel. Sin embargo, es del pensar de que nunca se violaron más en los últimos cinco años con la política económica gubernamental del neoliberalismo. Para Sanjur, la extrema necesidad y la miseria en que viven estas personas, aunado al poco o ningún apoyo estatal, los acorrala en un circulo vicioso, que los arrastra al alcoholismo y a un paso de la droga. Lamentó que no existan estadísticas serias y bien fundamentadas que determinen cuántas personas sin hogar deambulan por las calles, entre indigentes, orates, limosneros y piedreros, pero aseguró que evidentemente ha ido en aumento en los últimos años. Destacó que algunos lo hacen por hambre; los hay que lo hacen para suplir sus necesidades adictivas, drogas y alcohol, pero también quienes lo hacen como un "hobbie", para pasar tiempo, y engañar a la gente. . "No es problema individual o aislado, es una cáncer de la sociedad, que tiene que ver con el deterioro de la familia y los problemas económicos que guardan relaciones con la política que solo busca fortalecer los sectores económico pudientes, y que se olvidan de quien lo necesitan", recalcó. Esto va en detrimento de la gran mayoría que tiene poco o ningún acceso a los beneficio económicos que produce la sociedad que son abundantes pero que son mal distribuidas. Así se refleja el déficit que tiene el Estado panameño en el cumplimiento de los derechos humanos, ya que se violentan sus derechos a la vida, a la salud, al trabajo, a la alimentación y ellos reflejan el deterioro de nuestra sociedad. Hay padres "inescrupulosos" que envían a sus hijos trabajar en las calles y en el peor de los casos a solicitar limosnas para satisfacer sus necesidades. Tal es caso del niño que llamaremos "Luisito". Solo tiene 12 años y vive en Curundú, asegura que sale a pedir limosnas para ayudar a sus padres y para poder ir al colegio. Dijo que en ocasiones limpia parabrisas de los autos o bota la basura en el mercado de abastos, pero lo que hace apenas alcanza para que su mamá haga la comida del día. En las mañanas va a la escuela y pide limosnas en la tarde y espera graduarse de sexto año para ser abogado y sacar a su hermano mayor de la cárcel de la Joyita. Sanjur explicó que existen iniciativas que buscan ayudar a niños como Luisito, que buscan trabajar sobre la base de la autoestima, destacando los valores, pero aseguró que solo son esfuerzos que no inciden en la raíz del problema; raíz que solo guarda directa relación con las agobiantes problemas económicos y estructurales de una sociedad en decadencia como la nuestra. Pero el caso de Luisito es uno de miles que salen a las calles a solicitar limosnas, pero no con la sana intención de este niño sino por órdenes de sus padres para poder comprar la droga que los mantiene en el hoyo de la vida. Por lo que Sanjur advirtió que si no es considerado como un plan de Estado continuará creciendo hasta alcanzar niveles intolerables. "Una política seria, responsable, influyente en materia de derechos humanos de parte del Estado no se está cumpliendo, hay mucho discurso, retórica demagógica, en nuestro país, que refleja más que nunca ese perfil tan claro neoliberal, que no le importa los problemas de la sociedad pobre y en extrema pobreza", añadió. Dijo que la droga no se aparta de la política neoliberal, ella es parte fundamental del problema y contribuye a agravarlo. No solo se trata de programas de asistencia, es más que eso, dijo, y explicó que se deben crear los mecanismos para que el Estado garantice un balance de las riquezas que genera el país. Dijo que mucho se habla en el gobierno, pero todo se queda en promesas, análisis, índices y preocupación; los planteamientos se presentan como expresión y como esfuerzos de solución, pero así se queda sin un proyecto en concreto y el problema se agrava. La sub directora de la Dirección de Desarrollo Social de la Alcaldía de Panamá, Nilsa Méndez de Sir, reveló que ante la creciente indigencia en Panamá el alcalde Juan Carlos Navarro gestiona la creación de un proyecto en el cual diferentes organizaciones no gubernamentales, en conjunto con el municipio capitalino y la Iglesia Católica para erradicar, no solo la mendicidad de las calles del país sino también a los denominados piedreros y a los limosneros. Lo que persigue esta iniciativa, añadió, es lograr un proyecto consensuado, para lograr una propuesta integral de prevención y seguimiento a las personas que deambulan por la ciudad. Dentro de las conversaciones con los grupos religiosos de apoyo a los drogadictos, Remar, Teen Challege, Cruz Blanca Panameña, la organización de apoyo Fe y Alegría, entre otras, buscan romper los esquemas tradicionales del trabajo de la alcaldía y establecer "tejidos con la sociedad" civil de coordinación y apoyo, es decir, redes de apoyo, no solo para los piedreros, sino también para los limosneros y mendigos de cualquier edad. Para tal fin pretenden utilizar recursos de la alcaldía además de subsidios estatales y apoyo privado para estos organismos que benefician los programas que en este sentido realiza la Alcaldía. El viernes 24 de septiembre se efectúo la primera reunión y se acordó que cada uno de los representantes de las diferentes organizaciones, presentará en la próxima reunión un pre proyecto, de manera tal que se unifiquen criterios y exponer a la opinión pública un proyecto unificado en contra de la indigencia en las calles panameñas. "La intención es organizar de manera efectiva centros de apoyo, con subsidio para rehabilitar a estas personas y reinsertarlas en la sociedad. Qué cosas podemos hacer y cómo puedo colaborar, no es algo económico", dijo. A fin de octubre será presentado el proyecto a la sociedad civil.
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