CRIMENES FAMOSOS Sin una pista

Max Haines
Crítica en Línea
El detective Vedat Sokulla tuvo que pensar como un criminal para traer a un asesino a la justicia. En casos de asesinatos ficticios, la reconstrucción del crimen ha llevado a la caída de muchos villanos. Desgraciadamente, en el campo del crimen real, los criminales violentos no se comportan de una manera racional. Es raro el detective que puede colocarse en el estado mental del criminal y tomar en cuenta sus acciones ilógicas. Vengan conmigo a la lejana Estambul, Turquía y conozcan al detective Vedat Sokulla. Era la noche del 13 de enero de 1956, cuando Sokulla fue llamado a la escena de un crimen. Un sereno había sido asesinado en un depósito del estado. Ab Bozurt era el frágil sereno de 56 años, quien había sido golpeado con una azuela, una herramienta parecida a un hacha, y apuñalado con un destornillador. Un amigo de Ab había pasado por el depósito tarde en la noche. Notando que la puerta estaba entreabierta, decidió investigar. Dentro de la oficina principal notó una silla dada vuelta, un destornillador en el suelo al lado de una caja de seguridad y una gran cantidad de sangre. REGUERO DE SANGRE El amigo de Bozurt siguió un reguero de sangre a lo largo de un vestíbulo y escaleras abajo dentro de un baño, donde encontró el cuerpo de su amigo caído en el piso. Corrió fuera del edificio y llamó a la policía. El detective Sokulla estudió la escena. Inmediatamente se enteró que la caja de caudales contenía grandes cantidades de dinero. Era la depositaria por la noche de varios bancos. Por la evidencia física, parecía que Buzart había sorprendido a un ladrón en el proceso de intentar abrir la caja. Al examinarla, varios rasguños en la puerta quedaron en evidencia. Como el destornillador y la azuela eran nuevos, sondeó las tiendas que vendían esos artículos. De este modo las tiendas que habían vendido las herramientas fueron localizadas, pero los empleados no pudieron describir al comprador. Los especialistas en huellas dactilares le informaron a Sokulla que no había huellas en las herramientas o la caja fuerte. El asesino obviamente había usado guantes. Por la condición del cuerpo, se descubrió que la muerte había tenido lugar entre las 10 y las 11 de esa noche. Bozurt había estado vivo cuando fue llevado al baño del sótano. La policía encontró un café a unas pocas puertas del depósito. Bozurt tenía el hábito de llegarse cada noche un poco antes de las 10 para tomar una taza de café. Le llevaba sólo unos pocos minutos y usualmente no se molestaba en cerrar la puerta del frente del depósito. El dueño del café le advertía que algún día iba a pagar caro su negligencia. Bozurt se reía de ello. La noche de su asesinato, había ido por su café como siempre. Amigos y familiares fueron interrogados. Todos estuvieron de acuerdo que Bozurt tenía un amplio grupo de amigos y relaciones, pero ningún enemigo conocido. En realidad la víctima apareció como un hombre agradable e inofensivo que era afecto a la gente, y era querido y respetado a su vez. El detective Sokulla se dio cuenta que la víctima probablemente había regresado de tomar su café para encontrar a un ladrón tratando de abrir la caja fuerte. Habían luchado y el sereno había sido golpeado hasta morir. Pero Sokulla tenía unos cuantos problemas. ¿Por qué el asesino había arrastrado al agonizante Bozurt hasta el sótano? Ese mismo hombre había sido lo suficientemente descuidado como para dejar la puerta del depósito entreabierta. ¿Por qué no había matado a Bozurt en vez de dejarlo vivo en el piso del baño? Por la cantidad de sangre en la escena del crimen, era claro que el asesino debía estar cubierto con la sangre de su víctima. Uno pensaría que habría estado más ansioso de dejar el edificio que de arrastrar a un hombre moribundo hasta el sótano. El detective se estaba quedando sin pistas. En su desesperación Sokulla decidió reconstruir el crimen con el pensamiento en mente de que no trataría de actuar de un modo lógico. Tomando el papel de la víctima, un oficial fue al café un poco antes de las 10 para tomar una taza de café y charlar amigablemente con el dueño. Sokulla observaba mientras el oficial entraba al café. Fue hasta el depósito abierto y empezó a trabajar en la caja fuerte. Las herramientas dejadas en la escena eran inadecuadas. Simplemente no pudo abrir la caja, lo cual explicaba que al asesino le llevará más tiempo de lo esperado y fuera finalmente sorprendido por Bozurt. INCONSCIENTE El oficial de policía que hacía la parte de Bozurt grita mientras descubre a Sokulla arrodillado frente a la caja. Sokulla se da vuelta. Muy posiblemente, en el momento del encuentro original, Bozurt reconoce al ladrón. Sigue una lucha. Sokulla simula dejar caer la azuela sobre la cabeza del policía. El oficial grita y tiene que ser silenciado. Sokulla simila golpear a su adversario en la cabeza repetidamente hasta que queda inconsciente. Sokulla, haciendo el rol del asesino, hace una pausa. Por encima de todo, debe asegurarse que cuando su víctima despierte, que puede ser momentáneamente, no grite pidiendo ayuda. Es entonces cuando tiene la brillante idea: colocaría al hombre moribundo abajo en el baño donde no sería oído. El oficial y el detective fueron al sótano. Sokulla accionó la llave de la luz, pero la solitaria bombita colgada del cielo raso no se prendió. La llave parecía funcionar perfectamente. Sokulla tomó una silla, se subió en ella y examinó la bombita. No estaba firmemente enroscada en el portalámparas. Una vez más Sokulla hizo una pausa para considerar el próximo movimiento ilógico del asesino. Sin duda había pensado que era un movimiento hábil desenroscar la bombita para que si Bozurt recuperaba la consciencia no pudiera prender la luz. Era irracional pero posible, pensó Sokulla. Si el asesino desenroscó la bombita podría haber dejado huellas digitales. El oficial de policía que lo acompañaba señaló que el asesino había usado guantes. Sokulla respondió que los guantes podrían estar empapados de sangre. El asesino podía habérselos sacado para desenroscar la bombita. Valía la pena intentar la teoría de Sokulla. Sacaron la bombita y la enviaron al cuartel central de policía. Por las dudas que no fuera nada más que una bombita quemada, la probaron. Cuando se la enroscó apropiadamente la bombita funcionó. La bombita fue enviada a los expertos en huellas dactilares. Con seguridad, aparecieron huellas claras. Llevó una semana de controlar huellas digitales en los archivos, pero al fin las autoridades encontraron unas que concordaban. Las huellas en la bombita hacían juego con las de Ismet Erich, de 28 años, que una vez había sido arrestado por un cargo menor por juego. La policía se abatió sobre un apartamento propiedad del padre del sospechoso. Erich fue detenido sin incidentes. Erich decidió desde el principio descargar su pecho de todo el peso. Le contó a la policía que el juego era el culpable de su caída. Cuando era soltero, su padre lo sacaba de los problemas del juego, pero ahora que estaba recién casado no podía presionar a su padre por más dinero. Vendió su auto para pagar las deudas, pero cuando nuevamente se atrasó en el pago decidió robar el depósito del estado. Erich conocía a Bozurt ligeramente y sabía de su hábito de tomar una taza de café cada noche dejando la puerta del depósito sin cerrar con llave. El resto de la confesión de Erich era exactamente como el detective Sokulla había teorizado durante la reconstrucción. Erich reveló que tenía una vaga noción de que Bozurt moriría, pero podría gritar antes de expirar. Por eso lo arrastro al sótano. En cuanto a la bombita, solamente declaró "Por qué me molesté en hacerlo no puedo decirlo. Fue estúpido e innecesario. Si no me hubiera sacado mi guante que estaba saturado de sangre, no habría dejado mis huellas y nunca me hubieran agarrado." Ismet Erich fue encontrado culpable de asesinato y sentenciado a muerte, una sentencia que más tarde fue conmutada por cadena perpetua.
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