CREO SER UN BUEN
CIUDADANO
Sin embargo, me quedo cayado ante el crimen
La primera excusa que ponen quienes han sido testigos de un delito para guardar silencio, es el miedo. Así pasó con el caso de Héctor Gallego. Miedo, terror, pánico a las personas que pueden ser señaladas como responsables de la desaparición del sacerdote colombiano, que ayudó a elevar el nivel de vida de los campesinos veragüenses. Hoy, después de 28 años de silencio, alguien abrió la boca para decir la supuesta verdad. El cuerpo lo enterraron en Tocumen, dijo. Ojalá sean los despojos de Héctor, para que la verdad resulte vencedora una vez más. Y para que nos enteremos que no hay que guardar silencio ante el crimen.
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