No tengo la menor duda de que si Pedro Miguel González decide bajarse del atril y abandonar el cargo de presidente la Asamblea Nacional su desaparecido padre, Gerardo González y otros insignes patriotas que durante décadas lucharon por enarbolar la bandera nacional en la entonces denominada Zona del Canal de Panamá, levantarán sus voces desde la tumba para gritar, "Patria Libre o muerte".
Y es que la eventual dimisión al cargo de Pedro Miguel, no es tan fácil como algunos creen. Significa renunciar a la idea de ser una nación soberana, olvidar los acontecimientos del 9 de enero de 1964 o convertirlos en un fabula para ser leída únicamente en las escuelas primarias, o simplemente considerar que la Invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989 y la consecuente muerte de más de un millar de panameños, fue justificable y hasta cierto punto, necesaria.
La renuncia sería extemporánea, el tiempo de hacerlo era antes de candidatizarse, hoy podría ser interpretada como una acción de cobardía o debilidad, frente a lo que pudiera hacer el "Coloso del Norte" con nuestra economía.
Abandonar el cargo sería reconocer que es culpable de un crimen del que ya fue absuelto. Una eventual renuncia a estas alturas, le representaría un enorme costo político al gobernante PRD de cara a las elecciones del 2009.
El país necesita de líderes de una sola pieza, que no se atemoricen ante las bravuconadas de la nación más poderosa del mundo. Aquél dicho de que cuando Estados Unidos se enferma, el resto de América estornuda, no es totalmente cierto.
Se necesitan de líderes que manejen la espada de las relaciones internacionales con soltura y maestría, que expresen públicamente que la soberanía panameña no es negociable, y que cualquier tratado comercial con cualquier nación del mundo, será importante para los nacionales, siempre y cuando se respeten nuestros principios y derechos.
Los políticos y empresarios que desde las esquinas gritan que decline Pedro Miguel González porque se nos cae el Tratado de Promoción Comercial(TPC), parecen haberse olvidado de la historia que escribieron con letras de sangre algunos como Ascanio Arosemena, y de lo alcanzado por el desaparecido general Omar Torrijos, hace 30 años con los Tratados del Canal de Panamá.