¿Se ha preguntado alguno vez si es correcto ante Dios que dos jóvenes que se aman se besen, estrechen sus manos o se acaricien dentro del noviazgo?
Este tema, algo delicado por cierto, para los jóvenes de hoy en día no es una prohibición definitiva porque muchos lo hacen desde muy pequeños a escondida de sus padres.
La norma para una señorita sería no permitir caricias cuando éstas la puedan dañar moralmente. No se descarta la posibilidad que un joven que ama a una señorita trate de brindarle caricias que puedan despertar en ella pasiones sexuales, que más tarde le resulten fatales.
Cuando las caricias que un joven brinda a una señorita conllevan el propósito de dañarla moralmente, ella está en el deber ineludible de rechazarlas, aun a sabiendas de que por este motivo, ella pueda perder al ser amado.
Una señorita que está seriamente interesada en mantener la dignidad del noviazgo, no debe aceptar caricias, cuando éstas la pueden perjudicar físicamente, dicho en otras palabras, cuando las caricias provocan en ella el acto sexual ; ya que la actividad sexual está reservada únicamente para una pareja legalmente unida por los sagrados vínculos matrimoniales. Dentro de una pareja de novios siempre debe de existir respeto por la vida y la dignidad humana. Deben asimismo, estar compenetrados que en el noviazgo existen ciertas limitaciones y ciertos deberes para con la persona amada. Cuando amamos respetamos, y cuando respetamos somos incapaces de herir o dañar física o moralmente a nuestra pareja.
Por todo lo anterior los jóvenes de hoy deben buscar el camino de Cristo en cada acción emprendida. El es la guía de todo. |