REFLEXIONES
"Los legisladores y la alianza de conveniencia"
Carlos Christian Sánchez C.
Relacionista Internacional
A unos cuantos metros de la Avenida de los Mártires, un anciano descansa en la cerca que separa las clases sociales y políticas en nuestro país. Pensativo, aquel hombre de edad avanzada ve llegar las lujosas "Land Cruisers" al denominado Palacio Legislativo, entidad gubernamental y órgano del Estado que suponemos, representa a todo el pueblo panameño. Es increíble que una nación en vías de desarrollo, con un millón de habitantes en condiciones económicas deplorables, soporte un grupo de 71 legisladores que ostentan un salario de siete mil balboas, sin contar con las regalías y demás honorarios para saciar a las futuras "botellas" de sus clanes. Pero la gota que derramó el vaso fue la desfachatez de cierto personaje político, al refutar la propuesta de negociar fondos provistos para terminar un anexo del edificio parlamentario y transferirlo al presupuesto anual del Hospital Santo Tomás. "Que vendan el Torocóptero", decía el mismo, con un tono que significaba desprecio a los ciudadanos que nos atendemos en dicho centro médico. Al instante, recordé lo que me señaló una distinguida dama, de reducir el número de los miembros de la Asamblea Legislativa, a como era antes de 1968. Otra razón más para reformar la Constitución Militarista de 1972, puesto que el Organo del Estado panameño que menos efectividad posee es la cámara de diputados. Desde 1990, que yo recuerde, no han salido a relucir leyes populares que defiendan la seguridad social, aminoren la delincuencia, promuevan el empleo o faciliten la educación en las aulas de los colegios públicos. Mientras que el Gobierno Civilista impuso la reforma del Seguro Social, con el aumento de la edad de jubilación para agraciar a los señores encopetados del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el pasado régimen "democrático" de Pérez Balladares privatizó las empresas del servicio público de energía eléctrica y la telefonía, bajó los aranceles de importación para afectar a los agricultores locales, cedió terreno en concesión privada para cobrar cuotas en las carreteras, aparte de implementar el susodicho Código del Trabajo de 1995, que creó los empleos eventuales de tres meses, con claros signos de explotación humana. ¿Y qué hicieron los legisladores de turno en aquella vez? Como una obra teatral surrealista, el mago de la Presidencia levantaba la varita y los súbditos obedecían al Todopoderoso. La mañana del primero de septiembre de 1999, aunque fue una fecha de éxito político para la señora Presidenta, también se convirtió en el día que sentenció una relación forzada de conveniencia, para mantener cierto control sobre un parlamento disfuncional, transformado en botín económico por sus 65 millones de dólares en presupuesto interno, además de la tan cacareada mayoría de legisladores que se necesitan para aprobar los proyectos de leyes. La realidad política actual hace que una sola persona pueda cambiar radicalmente el balance de poderes dentro de esa cámara nacional. Una honorable diputada darienita fue la clave de la victoria del frente mancomunado antitorrijista. Pero que tal si hoy o mañana, por ofertas tentadoras de última hora, se desmorone la bancada Democristiana - Solidaridad - Liberal Nacional - Arnulfista. Entonces, volverá el fantasma del control perrediano a la Asamblea Legislativa con sus 34 diputados, más de los dos que logre negociar Martín Torrijos, Balbina Herrera y el Frente Empresarial para la causa nacionalista, de aquí al próximo año cuando cambien el presidente del Parlamento. Deshonra y vergüenza da observar los pasillos del Palacio Legislativo, llenos de personas buscando trabajo por prebendas electorales. Y pena nos deben dar los que duermen en el desagradable parque, al lado del Parlamento. Los gestos de esos indigentes que merodean el recinto, reflejan el desprecio del pueblo hacia el legislativo. Señores legisladores: por honor, donen sus partidas circuitales a un fondo especial para combatir el hambre y el desempleo. Reduzcan sus salarios para recoger el dinero para mejorar los centros de salud. Así quizás se ganen los votos futuros del pueblo panameño, además del perdón divino por ayudar a sus compatriotas, el prójimo común.
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