REFLEXIONES
"Préstame la vida"

Carlos Christian Sánchez
Colaborador
Se dice que los peores estafadores son los encopetados de cuello y corbata, en vez de los simples ladrones de Curundú, El Chorrillo o San Miguel. Las maniobras de los préstamos y los empeños duelen más que cuando te roban una chequera. Y lo más doloroso, la gente humilde es la que sufre, los ricos no. Tan sólo hace un año y medio, un flamante funcionario del Fondo Monetario Internacional, visitó Panamá. En la Superintendencia Bancaria, llamó a los políticos panameños que corrían por la magistratura ejecutiva del Estado: como niñitos regañados, tanto Alberto Vallarino, como Mireya Moscoso y Martín Torrijos, se pasearon por el piso 15 del lujoso edificio. Igual que el "Toro " Pérez Balladares. Michelle Candesuss, quien fue director general de esa entidad financiera mundial, dispuso que el próximo gobierno panameño debería ceder ante las presiones de la Deuda Externa: vender el agua potable, o sea el IDAAN, trasladar los fondos del Seguro Social a la banca privada, además de privatizar otras instituciones públicas como el Banco Hipotecario, entre ellos. En verdad les digo que el ser más insensible del mundo es un banquero. Una constante en la historia del Fondo Monetario Internacional (FMI) es que para prestar dinero a los países necesitados, se demandan más sacrificios, más medidas de recorte económico y social, más reformas neoliberales. Tanto el FMI como el Banco Mundial son agentes de las trasnacionales financieras y han despertado un sentimiento de rechazo en el mundo subdesarrollado por el efecto de sus imposiciones. Latinoamérica sufrió una gran calamidad en los años ochenta: La crisis de la deuda externa que aún está presente, constituye unos de los ejemplos típicos de la política de ajustes del FMI. Se pagaron en América Latina, entre 1982 y 1990, unos 388.000 millones de dólares sólo por intereses de la deuda y otra alta cifra por amortización. En total, 773,000 millones de dólares pagó América Latina en esos años por los servicios de la deuda externa y, sin embargo, la deuda siguió creciendo de manera galopante. Se puede decir que en los últimos veinte años, las crisis sociales y pobreza, junto con las anomalías políticas locales, abundan por este ajuste neoliberal; más de 220 millones de latinoamericanos pobres, es decir, casi el 50 por ciento de la población; y en la extrema pobreza, en la indigencia, hoy se calcula que hay no menos de 90 millones. Es increíble que Panamá y el Brasil tengan los peores niveles de distribución de riquezas en el hemisferio occidental. Por lo menos, los gobernantes de turno en el Istmo deben tratar de acabar con las desigualdades sociales, antes que sea demasiado tarde. Pero primero, debemos mantenernos firmes ante las presiones foráneas que nos intimidan para acabar con aquellas instituciones que defienden a los ciudadanos, como el Seguro Social. No podemos quedar al amparo de los banqueros de Washington, sólo porque protegemos a los nuestros. Allí en donde se sabe cuál gobierno es realmente representativo de las masas populares o una simple quimera política.
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