Temprano en la mañana Jorge se puso en movimiento. Se sentía ágil, despierto, vivaz: con las baterías bien cargadas y todos los circuitos, como decía él, bien afinados.
Primero realizó varias tareas de rutina en el laboratorio donde trabaja. Abrió y cerró varios interruptores eléctricos, encendió luces, apiló cajas, barrió pisos, desempolvó estantes y acomodó libros. Después se dirigió a una puerta abierta. Alguien había colocado una gran caja en su camino, pero Jorge se detuvo, dio un rodeo y siguió adelante.
¿Quién es Jorge? Es un robot creado por Ronald Arkin. "Hemos creado un robot -describe Arkin- que se comporta como mascota amaestrada. Y hemos logrado juntar en él computación con psicología animal." Este es otro asombroso progreso de la ciencia tecnológica: un robot que une lo más adelantado en computación, y bastante de psicología animal.
Jorge, como lo han bautizado, sabe reaccionar a las variaciones de temperatura, a los ruidos fuertes o suaves, a los obstáculos imprevistos, y sabe reaccionar a las voces airadas o suaves.
"El próximo paso -anuncia su creador- será unir computación con psicología humana. Tendremos entonces el robot que piensa, que siente, que llora, que ríe y que es capaz de hacer no sólo otro nuevo robot sino un hombre."
No hay límite ya para los sueños de la ciencia, y aunque muchos de estos sueños no son más que especulaciones de mentes muy fértiles, añaden más credibilidad que nunca a las declaraciones en el Libro de Dios tocante al poder divino para regenerar a un alma perdida. Si el hombre se cree capaz de crear otro hombre, debemos de poder creer que Dios, el creador de todo lo que existe, puede levantar de la desesperación a un alma caída.
Cuando una persona, sea quien sea, le da a Dios la oportunidad de entrar en su corazón, Dios cambia y transforma y regenera a esa persona de modo que la Biblia la llama una nueva criatura. Es esa regeneración la que impulsó al apóstol Pablo a decir: "A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen" (Romanos 1:16). Confiemos en el poder de Dios. Él puede cambiar nuestra vida.