En vez de trenzarse en discusiones estériles sobre el nombre que debe llevar el recién estrenado puente sobre el canal, los políticos locales deberían poner en movimiento la poca creatividad que les queda para sacarle el mayor provecho a una obra monumental que, además de resolver en el futuro el problema del congestionamiento vehicular, nos muestra ante la vista de los países que utilizan el paso interoceánico, como dueños de una infraestructura vial digna del primer mundo.
Igual ocurre con la nueva autopista que conecta a la población de Arraiján con la Ciudad de Panamá, desde donde, en su recorrido, el viajero puede recrear la vista con una extensión de bosques primarios cubierto de nubosidades y plantas de todas las especies, con un panorama tan encantador difícil de encontrar en cualquier otra capital del planeta.
Por anticipado, se debe reforzar la vigilancia para evitar las posibles invasiones de terrenos, como ocurrió en las llamadas áreas revertidas dentro del distrito de Arraiján que posteriormente quedaron convertidas en asentamientos informales sin una planificación urbana coherente, lo que produjo la tala indiscriminada de árboles y la contaminación de ríos y quebradas.
De partida, los municipios deben regular el uso con fines publicitarios de los espacios laterales a esta nueva arteria vital evitando la anarquía visual que ha invadido a otras carreteras.
Estas áreas deben ser conservadas y empleadas en actividades como el turismo de observación de aves y tomas de fotografías con fines publicitarios y culturales así como filmaciones de cuñas comerciales que sirvan para promover la imagen de Panamá en el extranjero.
Que estas riquezas naturales abiertas ahora a la vista del público, con una infraestructura física moderna, no sean víctimas de la voracidad de los inversionistas en bienes raíces para construir barriadas e introducir la presencia del hombre que todo lo destruye.