Todos los panameños sabemos de qué se trata cuando en esta columna se aborda el tema de la "rosca". Definitivamente no vamos a hablar de tapaderas de refrescos ni de panes de Navidad.
La rosca es un grupo generalmente reducido de personas cuyos intereses están unidos por vínculos familiares, de amistad o de gremio, y que usando influencias y poder, se benefician a sí mismos en perjuicio de la sociedad. Está clarito.
Hay roscas económicas, hay roscas políticas, hay roscas en las organizaciones deportivas, en los sindicatos, en los partidos, en las oficinas públicas y privadas.
En Panamá, la lucha por el control de una organización política cualquiera no es más que una guerra de rosca contra rosca.
Un grupo con intereses económicos deciden cómo y de qué forma van a organizarse y ayudarse mutuamente, y una vez han establecido esto, lanzan una guerra sin cuartel contra grupos similares dentro del partido.
De hecho, una versión muy extendida entre la ciudadanía es que los partidos políticos propiamente son roscas. Sus dirigencias al menos, porque el resto de los inscritos son como dice la nueva canción de Pedro Altamiranda, un grupo de "pendejos".
El problema es que todas las roscas del país combinadas representan si acaso el 15% de la población. Todo para ellos, y las migajas para los demás.
Podemos resumir la solución al 99% de los problemas del país a acabar con la influencia dañina de las diferentes roscas del país. Cuando esto suceda, ya verán como cambia drásticamente la distribución del ingreso.