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El mercado: historias para contar

Ariosto Velásquez | Nuestra Tierra, Crítica en Línea

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Doña Severina Cañate, y al fondo sus plátanos..

Gente curtida por el sol que iba y venía, unas doce billeteras apostadas en la entrada y ese olor que nunca le ha faltado y que le ha dado su identidad.

Si en cada rincón de la ciudad hay una historia que contar, imagínese las que hay para contar en el Mercado Público del Terraplén. Cientos, o tal vez miles, pues cada persona que por allí ha pasado, lleva una a cuestas. bbbSe acaba el mercado

Con tristeza mira Catalina a su alrededor, para decirnos que son muy pocos los que vienen al mercado a comprar y eso es evidente, pues un gran número de puestos de venta están desolados.

Catalina Rodríguez, oriunda de Soná, es una de la pocas que queda en la batalla.

Ella y sus hojas de bijao, pencas de palma real y hoja de tallo que ha vendido por doce años, le dan algo de color al lugar que parece decir su últimas palabras.

Al fondo una mancha amarilla, que hace una pila de plátanos maduros llama la atención, pero más atención llama quien los vende.

EL PLATANO, LA COMIDA DEL POBRE
Con 84 años, una mente prodigiosa y una gran fuerza física, Severina Cañate Moreno, se levanta cada mañana para ir a vender sus plátanos al Mercado, trabajo que viene realizando desde hace más o menos 50 años. "Llegué aquí en 1953 y siempre he vendiendo mis plátanos, aunque ahora están muy caros y yo solita voy al abasto y los compró".

"Yo vendo plátanos por que esa es la comida del pobre "dice reída tiernamente la laboriosa octogenaria.

LA RESBALADERA CENTENARIA
Refrescante, buena para la digestión y de buen sabor. La resbaladera ha sido vendida en el mercado público desde 1925 cuando Inocencio Pérez, abuelo del hoy internacionalmente conocido panameño Danilo "Cholo" Pérez, decidió establecerse en un puesto para vender su receta secreta del refresco, que a inicios del siglo pasado vendía por las calles a los acaudalados panameños que en ese entonces vivían en el hoy casco viejo.

Eso nos dijo su nieta Leslia, quien ahora atiende el puesto, que por años atendió su madre y que está enferma.

Aunque no quiso dar mucha información, también dijo lo mismo que Catalina y Severina, ya no se vende mucho y para rematar le subieron la "lata" de leche. Lo que hace más difícil la venta.

Estas tres historias nos hablan de los recuerdos que hay escondidos en las paredes del mercado del terraplén que por infortunio ya no encaja en la nueva cara de la ciudad y sus inquilinos pronto serán trasladados a un nuevo hogar.



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