En la casa de la abuela de un amigo había un lindo macetero con una bella planta que estaba ubicada a la entrada de la puerta principal. Ufff... Tenía como 20 años de estar allí. Cada año que pasaba, la planta crecía bien hermosa hasta que un día unas arrieras le "desdibujaron" su resplandor y su colorido. La guerra fue ganada por los insectos y nadie se había percatado que aquel macetero sólo tenía un pedazo de tronco sin hojas.
Una mañana, el más trabajador de la casa despertó con ganas de hacer cambios. Comenzó con limpiar los pisos, pintar y botar lo que no servía. Por su puesto que incluyó el macetero descolorido con un tallo muerto, pero a nadie le gustó la idea porque estaban acostumbrados a ver ese adorno siempre ahí.
Así son los seres humanos. Les cambian el sillón de la sala y saltan a patalear para pedir que lo vuelvan a poner en su sitio.
La vida hogareña no es tan diferente de la laboral. Ni te metas a loco a cambiar a la gente de puesto porque te comen vivo. Nunca digas que ahora aquí la mentalidad es corporativa. ¡Se acabó el relajo! Si dices esto, date por muerto.
No exageramos cuando mencionamos estos ejemplos. Hay personas así y punto. Lo idea es contar con individuos que observan los cambios como una oportunidad de crecer, como el resultado de una etapa que termina y otra que comienza, ofreciendo a quienes lo experimentan esa sensación de incertidumbre que exige una actitud positiva, llena de prestancia, atención, dedicación y esmero. Los que tengan estas características serán los más aptos para sobrevivir en el mundo contemporáneo donde lo único constante será cambiar.
Aquellos que aceptan las variantes tendrán siempre presente una visión clara y sabrán exactamente hacia dónde se dirigen y sortearán los cambios para lograr alcanzar sus metas, haciendo uso de los mismos como herramientas de éxito. ¡Acéptelos!