Lunes 14 de sept. de 1998

 








 

 

FAMILIA
¡Todos fuman hierba!

James A. Inciardi

Esta profunda afirmación no debería suponerse que alude a que todas las personas del país fuman marihuana. Simplemente quiere decir: los policías fuman hierba. Los agentes de vigilancia fuman hierba. Los agentes de narcóticos fuman hierba (y la venden). Los jueces fuman hierba. Los fiscales fuman hierba. Los plomeros, los maestros de escuela, los directores, los decanos, los carpinteros, los veteranos de guerra minusválidos, los republicanos, los médicos, los pervertidos y los bibliotecarios fuman hierba. Los legisladores fuman hierba. Inclusive los autores de artículos sobre abuso de drogas fuman hierba.

¡Todos fuman hierba!

Luego estuvo el tema de la despenalización: la remoción de castigos penales por la posesión de pequeñas cantidades de marihuana para uso personal. El movimiento hacia la despenalización empezó en 1973 en Oregón, seguido por Colorado, Alaska, Ohio y California en 1975; Mississippi, Carolina del Norte y Nueva York en 1977, y Nebrasha en 1978. Dado que había unos 50 millones de consumidores estimados de marihuana en Estados Unidos para fines de la década de 1970, muchos esperaron que la despenalización y quizás inclusive la legalización de la marihuana se volvieran un asunto nacional, pero el movimiento súbitamente se estancó por diversos motivos. Principalmente, el Congreso fracasó en aprobar legislación que habría despenalizado la marihuana por estatutos federales. El tema no había sido lo suficientemente importante en la nación como un todo para tener como consecuencia una acción concertada en favor de la despenalización. Las presiones en favor de la reforma de la ley sobre marihuana nunca demostraron el poder y la influencia necesarios para su revocación. Quizá lo más importante de todo, la marihuana siempre había sido vista como una droga que tenía el favor de los jóvenes!

Para fines de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, las pruebas indicaban que el consumo de marihuana en Estados Unidos de hecho había disminuido. En 1975 las encuestas demostraron que alrededor de 30 millones de personas eran consumidores. Para principios de los ochenta esta cifra había caído a 20 millones, con las disminuciones más significativas entre la gente de edades de 25 años para abajo. Quizás la generación más joven había empezado a darse cuenta de que, si bien la marihuana no era la "droga del diablo", la "asesina de la juventud" o el "arbusto de la locura" que Harry Anslinger y sus contrapartes habían mantenido, no era tampoco una sustancia totalmente inocua. Quizás el cambio ocurrió debido a la mayor preocupación por la salud y el buen estado físico que se volvió parte de la cultura norteamericana durante los años ochenta, o como una consecuencia de los mensajes contrarios a fumar que aparecían diariamente en los medios. Fueran cuales fueran los motivos, era claro que las actitudes de los jóvenes habían cambiado. A lo largo del período de 1979 hasta fines de los ochenta, la proporción de alumnos avanzados de las escuelas secundarias de Estados Unidos que veían "gran riesgo" en consumir marihuana siquiera una o dos veces subió de un 9.4% a un 23.6%, mientras que la proporción de quienes habían experimentado con marihuana siquiera una vez decayó de 60.4% a 43.7%, lo cual representaba una baja de 15 años.

 

 

 

 


 

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