Todavía se está comentando las reacciones adversas que provocó el último sondeo de opinión realizado por la empresa Dichter & Neira, a fin de conocer por cuál candidato presidencial votaría la población en las próximas elecciones. Un candidato presidencial, por ejemplo, calificó dicha encuesta de amañada para confundir a la población, que afectaba la democracia del país y que se hacía para que el pueblo se identificara con candidatos que no son de su preferencia.
No es nuevo que los políticos no favorecidos critiquen los sondeos de opinión; de aquí que para muchos especialistas, los políticos no son muy entendidos en esta materia, ni sobre cómo se trabaja con las encuestas, pero, una de las cosas que es necesario tener claro, es que la opinión pública continuamente va cambiando y que las encuestas sólo muestran lo que la gente opinaba en ese momento. Sin embargo, lo interesante es poder establecer cómo y por qué, las personas cambian de opinión.
No hay duda que las encuestas tienen efecto en la decisión de voto, pero la tendencia reiterada por algunos políticos de descalificar las encuestas, es una situación que hace recordar los intentos de algunos países de prohibir las encuestas por el alto grado de influencia, en circunstancias de que las declaraciones de los políticos también lo hacen.
Todos estos acontecimientos, se asemejan a la visión del francés Georges Chetochine, quien hace un par de años, en su libro La Derrota de las Marcas, predijo que la creciente frustración que padecen los consumidores, sería el eje del marketing.
Según Chetochine, los consumidores se están rebelando contra los productos, los servicios y el mismo marketing, ya que sienten que se les manipula; que una cosa es la que dicen los folletos publicitarios y otra cosa es lo que reciben en la práctica diaria. |