Exigir cuando uno realmente cumple con lo pregonado, es algo digno de elogio, pero obligar a los demás a que realicen ciertas actividades, cuando el que exige no cumple ni un poquito, es muy deplorable desde todos los puntos de vista.
El mejor ejemplo, cuando uno exige, es cumplir con lo exigido, sobre todo si se es jefe, porque con qué moral un administrativo podrá evaluar a un subalterno que todos los días llega tarde, si su jefe llega a la oficina más tarde que él.
El ejemplo anterior es sólo uno del montón. Esto también podríamos trasladarlo a la casa. ¿Cómo exigirle al hijo que no pronuncie obscenidades, si el propio padre las dice cuando abre su boca?
Lo ideal es cumplir primero con uno mismo para obtener un buen resultado. Esta es una manera de convertirse en un verdadero líder. La gente sabe apreciar que, si su jefe cumple, ellos también cumplirán.
Así mismo como Cristo cumplió dando su vida para la salvación del mundo, nosotros debemos cumplir con todo lo que El pudo hacer, pues es un verdadero líder. Alguien que, a pesar por nuestras fallas, estará con los brazos abiertos hasta que le abramos nuestros corazones y le permitamos que guíe nuestras vidas. Y quién quita que nunca más lleguemos tarde. |