CONSULTORIO MEDICO La parálisis facial más común

D.H. Hiller
Estimado Dr. Hiller: Al regresar a clase tras dos semanas de ausencia, la profesora de mi hija pequeña tenía media cara paralizada. La profesora les dijo a sus alumnos que padecía la Parálisis de Bell, aunque su médico confiaba en que estaría mucho mejor antes de que el curso comience el próximo otoño. Mi hija siente mucho aprecio por su profesora, y me gustaría aprender un poco más sobre dicha enfermedad para así poder afrontar la situación con mi hija y, poder así tranquilizarla. Estimado lector: La Parálisis de Bell es una enfermedad que daña el nervio que controla los músculos de un lado de la cara, lo que acaba debilitando o paralizando dichos músculos. La enfermedad también recibe el nombre de parálisis facial idiopática (de origen desconocido). No es una amenaza de por vida, ya que muchos enfermos se recuperan completamente, o casi, en pocos meses. Cada año la Parálisis de Bell ataca a 25 de cada 100,000 estadounidenses -un total de 60,000 personas. Es la variedad más común de parálisis facial. Los síntomas de la enfermedad comienzan a ser advertidos en un período que oscila entre las 24 y las 48 horas. El debilitamiento muscular normalmente alcanza su punto más alto en un lapso que puede estar entre uno y cinco días, quizá pueda ser relativamente leve o desembocar en una completa parálisis que afecte a parte del rostro. El debilitamiento muscular quizá ocasione lagrimeo en un ojo o algún tipo de distorsión o mueca, y el enfermo queda incapacitado para cerrar el ojo de la parte afectada. En más del 99% de los casos sólo se ve afectado uno de los lados de la cara. Una disfunción del nervio "facial" también llamado el séptimo nervio craneal, es la causante de los síntomas de la Parálisis de Bell. Para articular la cara, este nervio activa el músculo que mueve los estribos, los huesecillos del oído medio, y envía la información al lacrimal y a la glándula salivar. Todo ello trae como consecuencia que los enfermos de Parálisis de Bell quizá noten una hipersensibilidad hacia cualquier ruido, disminución del lagrimeo y anomalías en el gusto. También puede que sientan un poco de dolor, aunque normalmente no es grave. El dolor quizá preceda al debilitamiento muscular en un día o dos. Sin embargo el origen de la disfunción nerviosa en la Parálisis de Bell no ha sido demostrado, las pruebas indican que el herpes virus simplex, Clase Uno, el cual también es la causa más común de los herpes labiales, es el catalizador de la mayor parte de los casos normalmente clasificados como Parálisis de Bell. Un virus también relacionado con la enfermedad, el herpes zoster, el que produce la varicela, es también conocido por ser la causa del síndrome de Ramsay-Hunt, otra clase de parálisis que afecta sólo a un lado de la cara. El diagnóstico de la Parálisis de Bell es posible sólo tras haber excluido todas las causas conocidas de parálisis facial, tales como un tumor, una infección bacteriana, la enfermedad de Lyme, el sida y el síndrome de Ramsay-Hunt. Para facilitar la diagnosis, el historial médico y un reconocimiento físico completo deben ser complementados con todas las investigaciones existentes u otras pruebas médicas que las circunstancias requieran. Puede que se diagnostique otra enfermedad que no sea la Parálisis de Bell cuando haya evidencias de pérdida auditiva, ampollas en la piel o en el canal auditivo, mareos, molestias en el cuello, episodios previos de parálisis, tics faciales, espasmos o dolores previos a la parálisis. En resumen, si los síntomas parecen aumentar gradualmente al cabo de un tiempo o si la parálisis afecta a ambos lados de la cara, es posible que no se trate de la Parálisis de Bell. Tras haber sido diagnosticada una Parálisis de Bell, otras causas deben ser consideradas de nuevo si el enfermo no comienza a mejorar de tres a seis semanas o no se recupera totalmente en un período de tres a seis meses tras la aparición de los primeros síntomas. A pesar de que su utilización es motivo de controversia, los corticosteroides y sustancias antivirales tales como el aciclovir son los fármacos normalmente más utilizados para intentar alterar el desarrollo de la Parálisis de Bell. Los corticosteroides parece que desempeñan una noble función: combaten la inflamación y reprimen el sistema inmunológico el cual quizá sea el origen del auto-ataque del nervio facial en la Parálisis de Bell. Las investigaciones han arrojado conclusiones contradictorias sobre la ayuda que puedan prestar los corticosteroides en la Parálisis de Bell, y el número de personas objeto de investigaciones individuales ha sido considerado insuficiente para llegar a una conclusión definitiva sobre su utilidad. En un intento de superar estos problemas, I.G. Williamson y T.R. Whelan de la Facultad de Medicina de la Universidad de Southampton, en Inglaterra, llevaron a cabo un análisis en el que combinaron datos de cuatro investigaciones. Llegaron a la conclusión de que los esteroides parece que producen una mejora "irrelevante" en el tratamiento de la Parálisis de Bell, aunque advirtieron que esta conclusión debía ser considerada con cautela. Las conclusiones de dicha investigación fueron publicadas en el número de diciembre de 1996 de la publicación especializada "British Journal of General Practice". Desde que se demostró que el antiviral aciclovir puede combatir la actividad del herpes simplex virus, los médicos han intentado, con aparente éxito, utilizar este fármaco solo o en combinación con esteroides para tratar a los enfermos de Parálisis de Bell. Como ocurre con los esteroides, no hay una opinión definitiva sobre el papel que puedan desarrollar en la Parálisis de Bell. Aunque no están exentos de efectos secundarios, pequeños períodos de medicación con esteroides o aciclovir son normalmente seguros. Sin embargo, la Parálisis de Bell no es una enfermedad que represente una amenaza de por vida y normalmente mejoran de forma natural. Algunos médicos utilizan frecuentemente una de los dos fármacos; otros las destinan para enfermos que ellos creen que tienen menos posibilidades de recuperarse definitivamente, e incluso otros se niegan a utilizarlos en cualquier caso. La ventaja de estos fármacos reside en que previenen las disfunciones nerviosas, y como la debilidad facial no se advierte hasta unos días después de haber ocurrido tales disfunciones, si se utilizan debe comenzarse con la medicación tan pronto como sea posible tras la aparición de los primeros síntomas. No hay ninguna polémica sobre la necesidad de unos buenos cuidados oftalmológicos en la Parálisis de Bell. La disminución del lagrimeo y/o la imposibilidad de parpadear o de cerrar los ojos durante el sueño deja a los ojos en una situación muy vulnerable ante cualquier afección. Para reducir los riesgos de cualquier complicación ocular, los enfermos necesitan usar gotas oculares humidificadoras. Quizá también sea necesario cerrar los párpados manualmente para aumentar su efectividad, y usar gafas o lentes especiales para protegerse de cualquier daño y así evitar que el ojo se seque. De noche, los enfermos puede que necesiten aplicarse pomadas o vendarse el ojo cuidadosamente para mantenerlo cerrado. El médico danés Erik Peitersen contribuyó a determinar el desarrollo natural de la Parálisis de Bell al hacer un seguimiento a más de 1,000 enfermos sin tratar. Su investigación publicada en octubre de 1982 en la publicación especializada The American Journal of Otology, reveló que todos los enfermos mejoraron por sí mismos. La mayor parte comenzó a recuperar fuerza muscular a las tres semanas, y el 84% estaba completamente, o casi, restablecido en unos pocos meses. Las molestias residuales, normalmente menores y sin gravedad, son más frecuentes en aquellos que desarrollan una parálisis completa, que tienen uso 60 años, los que desarrollan lagrimeo irregular, los que tienen un dolor profundo en los pabellones auditivos o aquellos que no se recuperan completamente en un período de cuatro meses. Dichos enfermos deben recibir un tratamiento fisioterapéutico; cirugía para que puedan cerrar normalmente el ojo; o técnicas tales como la inyección de botulinum toxin para disminuir la actividad muscular incontrolada que puede surgir si no se cura el nervio adecuadamente.
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El diagnóstico de la Parálisis de Bell es posible sólo tras haber excluido todas las causas conocidas de parálisis facial, tales como un tumor, una infección bacteriana, la enfermedad de Lyme, el sida y el síndrome de Ramsay-Hunt. Para facilitar la diagnosis, el historial médico y un reconocimiento físico completo deben ser complementados con todas las investigaciones existentes u otras pruebas médicas que las circunstancias requieran.
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