¡No me hablen de perdón!

Eduardo Soto P.
Crítica en Línea
A Patria Portugal, hija del comunista asesinado hace 30 años por desconocidos que, se sospecha, sirvieron en el ejército de Omar Torrijos, no le gusta que le hablen de perdón. Después de tres décadas encontró los huesos de su padre, Heliodoro Portugal, tirados en un rincón de la Medicatura Forense, y dentro de una caja de cartón. Antes de eso, estuvo enterrado en el patio trasero del cuartel de Los Pumas en Tocumen. "Me daba dolor pensar que mi padre estaba tirado por ahí, porque yo sabía que lo habían botado como a un perro, sin una tumba, sin una cruz, y eso me partía el alma", dijo. Y añadió, con esa ruda expresión inquebrantable en el rostro: "Le di el funeral que se merecía, porque él nunca lo tuvo. Lo desecharon peor que si fuera un animal, y eso es lo que yo no perdono. ¡Qué no me hablen de perdón (...) hablemos de justicia!" Cuando el periodista le recordó la frase que hace poco acuñó Ricardo Arias Calderón, quien dijo que "El futuro no puede ser prisionero de la memoria", esta joven y hermosa mujer brindó una larga y dolorosa respuesta: "Bueno, yo creo que lo que somos en el presente es un reflejo de nuestro pasado, y el pasado siempre va a existir (...) Estos señores políticos saben acomodarse, se van acomodando unos con otros (...) Pero no podemos olvidarnos de los desaparecidos (...)Heliodoro y todos los demás necesitan justicia (...) mi padre no es pasado para mí (...) él siempre ha sido una realidad". Y agregó, jugando al diagnóstico sociológico: "Por eso es que hemos perdido los valores; por el desdén y el desgano de la gente de sentir el dolor de los demás (...) sé que es difícil ponerse en la piel del otro; si no eres tú el que sufre, no sabes cómo es el dolor del otro". Cuando a Heliodoro se lo llevaron, su hija tenía seis años, y estaba refugiada en casa de la abuela en Penonomé, con su madre Graciela y el hermano menor, el pequeño Franklin Portugal, quien todavía no caminaba. En enero de 1970 murió la abuelita, y Heliodoro Portugal llegó al sepelio de su suegra. Desde ese mes empezó a visitarlos todos los fines de semana, hasta mayo, cuando no llegó más. Patria recuerda que del brazo de su madre llegó a El Chorrillo, donde vivía Antonio Portugal, madre del guerrillero. "Ella nos contó que lo habían metido preso de nuevo", acotó. Fueron de cárcel en cárcel... y nada. A este episodio Patria le llama "la desgracia de nuestra vida". La madre quedó sola, sin empleo y con dos hijos pequeños a quienes alimentar. La vida dio un giro de dolor y hambre inesperado. Patria asegura que el propio Heliodoro sabía que lo iban a matar porque "una vez, después que salió de la cárcel en el año 69, me preguntó que haría yo si él se moría; y le dije 'yo lloro', y así ha sido por 30 años (...) y creo que no voy a dejar de llorarlo nunca". La chiquilla creció en casa de uno y otro tío quienes, según ella dice, "me quisieron mucho y llenaron mi vida de afecto (...) pero no era mi casa, y es muy duro ser una bebita en casa ajena".
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La chiquilla creció en casa de uno y otro tío quienes, según ella dice, "me quisieron mucho y llenaron mi vida de afecto (...) pero no era mi casa, y es muy duro ser una bebita en casa ajena".
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