Hemos recibido a Irving Saladino como un héroe luego de haber conquistado la primera medalla de oro para Panamá en toda su historia olímpica. Le rendimos homenaje, personalidades de todas las esferas han asistido a recibirlo, estrechar su mano y se han tomado las fotos respectivas, las multitudes salieron a su paso para vitorearlo a lo largo de la carretera que lo condujo hasta su natal provincia de Colón.
Sin embargo, después de la fiesta, todo vuelve a la normalidad. Alguno que otro comentario suelto de vez en cuando y ya; se apaga el entusiasmo y se congela la alegría. Saladino volverá a competir dentro de pocos meses y tal vez ahora comience a declinar el delirio por sus hazañas.
No ocurre lo mismo con otros astros deportivos, como por ejemplo los futbolistas y los beisbolistas de las llamadas Grandes Ligas. Hemos sido testigos de la euforia de los aficionados por figuras como Ronaldinho, Cristiano Ronaldo, David Beckham, Manny Ramírez, Barry Bonds y otros, pero cuando se trata de los locales, de los que visten la camiseta del país, es poco duradero el furor si llega a darse.
Saladino es el mejor saltador del mundo, rompe las ataduras de la ley de la gravedad para lanzarse al espacio en pos de una marca. Sus hazañas son unipersonales y colaboran en ellas un grupo no muy numeroso, contrario a lo que ocurre con los futbolistas europeos y los beisbolistas de la liga estadounidense, por mencionar solo dos ejemplos quienes cuentan con poderosas maquinarias de publicidad.
El atleta colonense se ha impuesto a los mejores del planeta, no solo en las Olimpíadas de Beijing, sino también en las citas mundialistas a las que ha acudido.
Así mismo, nuestros otros representantes en los juegos de China, Jessica Jiménez, Edgar Crespo y los demás han llevado adelante un trabajo impresionante, si tomamos en cuenta las dificultades que enfrentan debido a la escasez de recursos y a la pésima dirección deportiva.
Tal vez el mercadeo, las marcas de equipos deportivos son las que convierten a los atletas en superestrellas, tomando en cuenta, mucho más que sus méritos, elementos como carisma, presencia física.
¿Cuántos niños de Panamá y América Latina querrán emular a Irving en un futuro y olvidarse de las tentaciones y los peligros de las calles? ¿Cuántos podrían convertirse en portentos deportivos en un futuro si se logra mayor apoyo por parte de las autoridades y las federaciones?
Si lo de Irving Saladino ha sido solo una novedad por la medalla de oro, entonces corremos el riesgo de extraviarnos, de que la juventud Viva, Crítica en Línea tan solo las emociones del momento y no trabaje por alcanzar el éxito sobre las bases de la voluntad, la inspiración y el talento.
Es de relevancia que se adopten medidas que transformen la organización deportiva de Panamá. Estamos en un buen momento, cuando el país es mencionado en todo el mundo por sus logros. No vale quedarnos atontados en la contemplación del brillo del oro si no nos movemos para conseguir más.