OPINION

TEMAS DE ACTUALIDAD
Hilando fino

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Fermín Agudo Atencio
Colaborador

Educación, ¡Cuánto se ha dicho en tu nombre! Rayo de luz que alumbra desde que alcanzamos el uso de razón hasta entrar a los parajes privados de la muerte. ¿Quién puede osar litigar con tu hegemonía eterna? Yo me devano los sesos infructuosamente, creyendo encontrar otro camino, contrario a esta oportunidad que enriquece y engalana el conocimiento. Si alguien defiende un razonamiento diferente me da el derecho de honrarlo con la duda. Se educa con el ejemplo, especialmente en los primeros años de vida, período de siembra, buenos hábitos, habilidades y actitudes elevadas que harán la satisfacción de los padres creyentes en el futuro promisorio. Las palabras apacibles dichas con entereza, los gestos que son mudos, pero tienen el patrimonio de la elocuencia, hablan por miles de tórridos términos, pronunciados en el momento culminante de la existencia. Y este rol es desempeñado por los padres dignos, motivados por patrones sobresalientes; defienden la conducta indeleble de sus hijos, sin tacha ni rezongueos extemporáneos. Otrora, enarcando las cejas, frunciendo el ceño, dando paso a las arrugas indolentes, responsable señal de desconfianza, para que el hijo pusiera todo su equipo emotivo en orden y las barbas en remojo. El consejo tenía su hora y era propiedad exclusiva del padre, cuando lo estimaba conveniente, también un buen fuete vigilaba la acción, presto a caerle al inadvertido, frente al afloro de cualquier desavenencia.

Nada clínico se encontraba en el sendero. Y ese fue el mejor período de la educación en Panamá, sin televisión y sin computadoras. El relajo y la buena educación se repelen, jamás podrán convivir en el mismo aposento. La pérdida de autoridad de los padres en el hogar, la proliferación de hogares incompletos, la insolvencia económica, la responsabilidad paterna, ha puesto a los hijos en un triste predicamento, inclinándose a renunciar de sus deberes escolares, cayendo en el pozo sin fondo de la deserción. Es triste decirlo, pero aquí encontramos el asentamiento de la cabeza del río enorme de aguas: turbias, agitadas y violentas en perpetuo torbellino. Aplicado al ser humano, no concibo el adagio que reza: árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza; en nuestro caso yo diría, árbol que dejamos torcer, muy difícil será corregir su tronco. De lo ventilado a mi juicio, el problema económico es el patriarca que gobierna todo este desequilibrio social. Escudados por recursos adecuados, resolveremos mucho, abandonados, desgüañangados en la desidia, desarmados nos encontrarán, impotentes de poder desafiar la sorna que el destino nos impone. Cuando el padre no puede oxigenar con dinero el hogar, mucho se hablará de él, aunque sea el hombre más honesto del mundo. Queda en la cuerda floja, denigrado por propios y extraños, haciendo de él, árbol caído de la incompetencia en festín, donde la crítica se pasea togada por los amplios pasillos del palacio de la deshonra.

De esta mixtura no obtendremos nada bueno, como producto final, casi siempre la desviación, en cualquiera de sus manifestaciones, hará gala de su nefasta hegemonía.

 

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