Haces una trastada y a otro responsabilizan por ello. Se escucha la exclamación de la víctima: ¿porqué tengo que pagar los platos rotos?.
Esta situación se produce muchas veces en la jungla de cemento que es Panamá. Un inocente debe asumir los efectos que causa el exceso, la travesura, los errores o los abusos de otro. No debería ser así, pero sucede.
Lo correcto es que cada quien enfrente las consecuencias de sus actos y no le atribuyan la factura al compañero.
Hace poco conocí el caso de un carilimpio que en cierta ocasión pidió un préstamo bancario. Requería un deudor. El tipo recurrió a una amiga a la que le rezó tal si fuera una santa, para que le hiciera el favorcito.
La incauta accedió, bajo las promesas del acreedor de que era una persona responsable y le haría frente a su compromiso.
Pasó el tiempo y el hombre no pagó nada. El banco vino por lo suyo. Ubicó a la fiadora, que hoy paga miles de dólares por causa de un sinverguenza . A la mujer apenas le alcanza para sobrevivir y ahora debe cubrir una deuda de la cual no disfrutó ni un real.
Ese es un caso extremo de lo que es pagar injustamente los platos rotos, pero cotidianamente se producen situaciones que se enmarcan dentro de esta categoría.
Hay que ser justos en la vida. No podemos pretender que alguien cargue las culpas de otro.
¿Qué puede hacer una persona que se encuentra en ese tipo de situaciones?. Bueno lo correcto es defenderse y no cargar el muerto de otro. Al resto de la sociedad le corresponde valorar objetivamente lo sucedido y evitar que paguen justos por pecadores.