Las gotitas de cristal caían del cielo en la ciudad de Colón, como metáfora perfecta del llanto, dolor y tristeza que sufría una familia, un pueblo y todo un deporte.
El ambiente era gris, el astro rey no quiso asomarse.
Parecía que el sol no deseaba ir a su entierro. Tal vez el astro sólo deseaba recordarlo por aquellas tardes domingueras de fútbol, donde lo veía en la Bombonera, en el Monumental, en tantas grandes canchas del mundo.
Así se fue Armando Dely Valdés, quien ayer, a sus 41 años fue enterrado en el cementerio de Arco Iris, en Colón, su tierra.
Antes, se realizó la ceremonia religiosa, donde asistió toda la alta comunidad del fútbol nacional.
Ex compañeros de la selección nacional, dirigentes, técnicos, jugadores, periodistas, familiares y el pueblo dijeron presente.
Entre los más relacionados estaban sus hermanos, los mellizos Julio y Jorge Dely Valdés, quienes en sus atuendos negros, azabaches como la noche, guardaban un solemne luto a su guía.
También se hicieron presentes las notas de duelo por parte de las entidades relacionadas con el deporte.
Fue una ceremonia digna de un grande, como Armando Dely.
El féretro se convirtió en el transporte hacia una mejor vida.
Allí revivieron sus goles. Que ahora serán en otro mundo, porque en esta tierra Armando se despidió con su último gol, el de su adiós, llorado por su gente.