MENSAJE
El tesoro escondido
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
Gaspar Cleverie realizaba su
tarea de rutina: revisar ropa vieja. Ropa, por cierto, tan vieja que ya
no servía ni para los más pobres y más viejos del asilo.
Gaspar Cleverie, dominicano, trabajaba de conserje en un asilo de ancianos
de Pontiac, Michigan, Estados Unidos.
Uno de los sacos viejos que él revisaba se rasgó, y de
esos harapos comenzaron a caer billetes de diez y de veinte dólares.
En total cayeron del saco cinco mil dólares que estaban escondidos
entre los forros. "Dentro de seis meses - dictaminó el juez-,
sino se halla al dueño, todo ese dinero será para el asilo".
Está claro que en esta época de finanzas electrónicas
hay personas que no confían en los bancos. Alguien, dueño
de cinco mil dólares, prefirió esconderlos dentro del forro
de su saco antes que dejarlos en la ventanilla de una institución
bancaria.
También sabemos que todavía quedan en el mundo tesoros
escondidos. Aún hay gente, en muchas partes del mundo, que anda con
aparatos Geiger, o con perros amaestrados, o con varitas de sauce, buscando
oro, joyas o billetes en diversos lugares.
Y sabemos con certeza que Dios tiene muchos y extraños recursos
para ayudar a la gente necesitada. Los ancianos de ese asilo, todos indigentes,
hacía semanas que estaban orando por alguna ayuda económica.
De repente, en la forma más rara, les caen del cielo cinco mil dólares.
Este mundo nuestro, convulsionado por guerras, violencia, terremotos,
narcotráfico, la angustia de la gente, pestes y depresiones de toda
clase, todavía está siendo visitado por Dios, y todavía
Dios sigue estando por encima de todo y de todos, y sigue contestando oraciones
y supliendo necesidades como si nada pasara.
La fe en Cristo y la tranquila y serena obediencia a sus mandamientos
nos predisponen a pedir, a creer y a recibir. Jesucristo dijo: "Si
ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos... mi Padre les dará
todo lo que le pidan en mi nombre" (Juan 14:15; 16:23).
Abrámosle nuestro corazón a Dios el Creador, y también
nosotros hallaremos un tesoro. Será el tesoro de la paz de nuestra
alma y de la seguridad de nuestra salvación. Así nunca perderemos
la fe.


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