Miércoles 19 de agosto de 1998

 








 

 

FAMILIA
Ayuda para la familia en la lucha contra el alcohol

Diálogo con el Dr. Rafael Velasco F.

¿Dr. Velasco, cómo se interesó usted en los problemas de la fármaco-dependencia?

Durante seis años fui director de la Clínica de la Conducta en la ciudad de México. Allí pude conocer de cerca los efectos que tienen el alcoholismo y las drogas sobre los jóvenes, especialmente sobre los de las clases humildes. Ya antes, mientras ejercía la medicina en el campo, había visto los resultados del alcoholismo entre las familias rurales.

¿Cómo definiría usted la fármaco-dependencia?

El lenguaje sencillo puede decirse que una persona se convierte en fármaco-dependiente cuando su vida empieza a girar alrededor de la droga, sin preocuparse de los trastornos físicos o sociales que le ocasiona. Vale decir, en el caso de una persona que ingiere alcohol, cuando comienza a preocuparse de tener bebida a la mano, a tomar en cuenta el horario en que puede empezar a beber, a hacer sus citas en lugares donde haya bebida a su alcance, etc.

De modo que usted incluye el alcohol entre las drogas que causan dependencia.

Por supuesto. Y desde el punto de vista social considero, como psiquiatra, que el alcoholismo es la más grave de las dependencias. Piense usted en el alto número de alcohólicos y en cómo afecta a individuos de todas las edades y clases sociales.

¿Cuán serio es el problema del alcoholismo en México?

Muy grave, como en los demás países latinoamericanos. Uno de cada ocho adultos bebe excesivamente y, si no es alcohólico, está en camino de serlo. Hablamos, por lo tanto, de unos tres a cuatro millones de personas. En años recientes la proporción entre hombres y mujeres, que solía ser de diecisiete a uno, está llegando a ser, en los niveles sociales más altos, de cuatro hombres por cada mujer que bebe en exceso.

¿Hay algunos sectores más afectados que otros?

Si se toma en cuenta su repercusión social y económica, los efectos más dañinos se notan en el medio rural y entre la clase obrera de las ciudades. En ambos casos el abuso del alcohol lleva a la desintegración moral de la familia y al ausentismo laboral. Por un lado, tenemos el sufrimiento de la esposa, el maltrato de los hijos, y sus penosas repercusiones en la sociedad. Por otro, experimentamos el triste fenómeno de San Lunes -como le llamamos al hábito de faltar al trabajo después de un fin de semana saturado de bebidas-, que vuelve más difícil la recuperación económica de un país en desarrollo. Un tercer grupo que resulta dolorosamente afectado es la juventud que tiene acceso al automóvil o a la motocicleta. La mayoría de los accidentes de tránsito ocurren bajo los efectos del alcohol.

¿Qué podemos hacer en nuestros países para combatir estos males?

En primer lugar debemos recordar que la prevención del alcoholismo es posible, y que las causas que llevan a los individuos a la bebida son complejas, incluyendo factores biológicos, psicológicos y sociales. Por eso nuestro esfuerzo debe ser sistemático e integral. En el campo de la prevención, yo prefiero dos líneas de acción: las medidas legislativas y las educativas. En México ha entrado en vigencia una nueva ley para la salud, que incluye una reglamentación precisa sobre el control de la producción, la distribución y la venta de las bebidas alcohólicas. Se conservó la prohibición de venderlas a menores de 18 años, aunque hubiéramos preferido que se elevara hasta los 21 años. Claro que lo importante es su aplicación, y ésta depende de una sociedad concientizada.

 

 

 



 

BOLETIN COMUNITARIO
Moradores de Las Acacias confrontan graves problemas.

Parroquia de San Agustín invita a Gran Día Familiar este domingo

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | REPORTAJES | VARIEDADES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


 

 Copyright 1996-1998, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.