MENSAJE
Brillar por su ausencia
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
Era la noche del 19 de noviembre
de 1850. En la distinguida capital de España se inauguraba el impresionante
Teatro Real. Todos los ciudadanos de Madrid hubieran deseado estar presente,
pero ese privilegio estaba reservado únicamente para las personas
más afortunadas de la sociedad española. Era de esperarse
que no faltara ninguno de los invitados. Por lo tanto, hubiera sido mucho
esperar que no se notara la ausencia de una duquesa, cuyo palco fue el único
que apareció vacío. ¡Con decir que se juzgó que
su ausencia en tan brillante velada fue más notoria y objeto de más
comentarios que lo hubiera sido su presencia! De ahí que haya sido
incorporada al idioma español la frase paradójica "brillar
por su ausencia".
Lo cierto es que no fue aquella inauguración la que dio origen
a la frase, sino que se remonta a los siglos primero y segundo, durante
los cuales vivió el historiador latino tácito. Este, en el
libro III de sus Anales, relata el funeral de Junia, que era la viuda de
Casio y la hermana de Bruto. Conste que éstos eran dos de los asesinos
de Julio César. En quellos tiempos los romanos acostumbraban en los
funerales colocar ante la urna los retratos de los parientes del difunto.
¡Con razón comenta Tácito que las efigies de los conspiradores
Casio y Bruto eran las que más "brillaban por su ausencia"1.
En esas dos ocasiones, así como en la mayoría de los casos
en que sucede en la actualidad el "brillar por la ausencia" no
es nada del otro mundo, es decir, no tiene repercusiones trascendentales.
Pero nos conviene notar que nos espera una ocasión futura en la que
serían no sólo trascendental sino trágico que no hiciéramos
acto de presencia. Esa ocasión es el día en que Jesucristo
recompense a cada uno según lo bueno que haya hecho 2. De no estar
presentes ese día, "brillaríamos por nuestra ausencia"
debido a que quedaría vacía la hermosa vivienda que el Hijo
de Dios ha ido a prepararnos en el hogar de nuestro Padre celestial.3.
Si bien es cierto que nosotros no hemos hecho ni podemos hacer nada para
merecerlo, 4, es innegable que Cristo hizo una vez y para siempre todo lo
necesario para asegurar que tengamos una dirección permanente en
el más allá. 5. De modo que sería de veras trágico
que no lo reconociéramos a El como el único camino de entrada
6 a la Nueva Jerusalén, que es la ciudad donde ha diseñado
nuestro futuro hogar. 7. Por qué no reconocemos a Cristo como el
Arquitecto de nuestro porvenir? Hoy mismo podemos comenzar a vivir de tal
manera que, a diferencia de aquella duquesa española, no vaya a considerarse
que nuestra ausencia de tan brillante lugar reservado específicamente
para nosotros fue más notoria que si nos hubiéramos presentado
para el acto de posesión.


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