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El angustioso destino del hombre panameño

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Licdo. Rogelio Cruz Ríos
Colaborador

Ernesto Sábato, se refirió al "angustioso destino de hombre latinoamericano". Nosotros no pretendemos tanto; queremos sólo examinar un poco la condición del hombre panameño. Continuamente sufrimos imprevistos cierres de calles, avenidas y carreteras, por protestas (o por diversión) y por una variedad de otras causas, entre las que se destaca la irresponsabilidad de conductores, especialmente, los del transporte público. Los autores dicen que esa es la única forma de protestar (o de pedir algo) atendida por las autoridades. Los servidores públicos, salvo honrosas e insólitas excepciones, no contestan las consultas, quejas o peticiones que los particulares les formulan; los particulares, por su parte, violan las leyes (de tránsito, de aseo, de seguridad, etc.). ¿Qué es lo que ocurrió entonces con el hombre panameño, para no hablar del "hombre latinoamericano"?.

Se acaba de publicar una nueva Ley que sanciona a quienes se "hagan aguas" (u otras cosas más pesadas) en las calles. ¿Quién va a vigilar que nadie viole la ley?, o, dicho de otra forma, ¿quién va a conducir a los infractores ante la autoridad competente para que se les impongan las respectivas sanciones? Si el problema va a ser como en el caso de las infracciones de tránsito, creo que se necesitará un policía para vigilar a cada panameño que transita por calles, avenidas y carreteras. Otro problema es que no hay dónde "hacer aguas" (y otras cosas) en esas carreteras de Dios. Así es que, ¡a hacerse "aguas" en pantalones o faldas a partir de ahora1 Y si sólo fueran "aguas", sin pretender demeritar los efectos de esas aguas, mi preocupación no fuese tanta.

Creo que esa ley va a ser otra de tanas que a menudo se violen en Panamá, todos los días del año; todos los años de su vigencia. En fin de cuentas, una buena intención legislativa, pero no más; sin resultado real y práctico alguno. Entonces, ¿cuál es la solución? Mientras no resolvamos el problema del derecho de petición consagrado en la Constitución Política (Art. 41 y ahora con las Leyes 36 de 1998 y 38 del 2000), el problema de tránsito, del transporte público, el problema del cierre de calles, avenidas y carreteras, la toma de oficinas públicas, entre otros, nosotros, los panameños, no podremos resolver el problema que se estima como el más grave: el desempleo y, en general, todos los problemas que nos estancan en el subdesarrollo.

El problema no lo resolverá ningún gobierno en particular. El problema lo debemos resolver todos los panameños. Nos tenemos que convencer de la necesidad de conocer y de cumplir las leyes y reglamentos. Hacer divulgación, hacer conciencia, eso es lo que le corresponde primero a los gobiernos y a los gobernados; después, hacer cumplir la ley imponiendo las sanciones sin contemplaciones y sin padrinazgos.

Personalmente pienso que nuestro principal problema no es el desempleo; este es más bien efecto de lo que es nuestro principal obstáculo al desarrollo: nuestra natural resistencia al cambio. Hacer cambios importantes en Panamá es muy difícil. Hasta ahora ha sido imposible. Hay que hacer cambios en educación, en justicia, en economía, en lo electoral, en la seguridad social, etc., para ello se requiere, entre otras cosas, hacer cambios profundos en la Constitución Política. En fin, nadie cuestiona la necesidad de hacer cambios drásticos en todas esas estructuras y actividades de la vida nacional. ¿Pero quién los puede hacer, cuándo y cómo los va a hacer? Hay sectores públicos y privados que se oponen a esos cambios pues no quieren perder sus posiciones de poder o verse afectados en sus intereses. Esos sectores, incluso, están dispuestos a elegir gobernantes para que las cosas no cambien y están dispuestos a destituir a gobernantes que se opongan al status quo.

Ese es el gran problema de Panamá; la resistencia al cambio de algunos sectores de poder tanto públicos como privados. Mientras no se daban esos cambios, Panamá no podrá salir del subdesarrollo. Sólo lo harán quienes tengan voluntad para el cambio y puedan ser capaces de vencer los naturales y poderosos obstáculos que impiden el cambio. Se necesitan gobernantes y gobernados dispuestos a emprender y apoyar el cambio, antes de que como ha ocurrido en otros países del área con más larga historia republicana, se tenga que recorrer largos y negros períodos de violencia.

 

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