OPINION


Sin derecho a pataleo

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Por Ricardo Santamaría
Tomado de El Espectador

En materia de reforma política el presidente Uribe entró pisando duro. Su proyecto de referendo, que tiene aspectos positivos para el manejo de la paz y la lucha contra la politiquería, tiene, sin embargo, uno negativo. Me refiero a la eliminación de una de las cámaras del Congreso Nacional.

Reducir el Parlamento a una sola Cámara convertiría a Colombia en un país mucho más difícil de gobernar de lo que es hoy. A semejantes desafíos que tenemos en los temas de violencia, desempleo y corrupción, se sumaría una crisis institucional permanente. ¿Recuerdan lo que ocurrió en Colombia hace 12 años entre la Constituyente y el presidente Gaviria? ¿Recuerdan cuando esa corporación se declaró omnipotente y desafió a la Presidencia diciendo que todos los poderes estaban en interinidad? ¿Recuerdan que ahí por primera vez se habló del famoso choque de trenes? Pues eso es lo que ocurriría todos los días en Colombia si tuviéramos un Congreso de una sola cámara.

Lo que sucede al crear un cargo tan poderoso como el de presidente del Congreso de cámara única, sin el contrapeso de la segunda corporación, es que se genera una polarización extrema entre éste y el otro superpoder, que es la Presidencia de la República. Si se da el caso de una mayoría parlamentaria afín al Gobierno, las posibilidades de control político sobre los ministros y las políticas oficiales por parte de esa sola cámara, son mínimas. Y en el caso contrario, con una mayoría parlamentaria de oposición, los enfrentamientos constantes entre Ejecutivo y Legislativo provocarían la paralización de la administración pública.

Al haber dos instancias, Senado y Cámara de Representantes, se evitan estos problemas. Siempre hay posibilidad de rectificar el camino o de arreglar las cargas. Las dos cámaras permiten que en el interregno de un debate y otro, de una votación y otra, se exprese el país, los analistas, los ciudadanos. Las dos cámaras dan al manejo del poder y al trámite de las iniciativas legislativas el necesario balance que una democracia requiere. Un presidente de la Cámara es capaz de neutralizar el poder y los excesos de un presidente del Senado y viceversa. Y obliga al Gobierno a esforzarse más.

Es un error creer que este es un debate sobre reducción de costos o sobre el mejor manejo del tiempo para el trámite legislativo. En política, este tipo de enfoques a veces le abren camino al autoritarismo. Es cierto que en el Congreso hay mucha vagabundería: ausentismo, pupitrazo, micos, pensiones excesivas, celulares sin control. Pero eso se resuelve, como se propone en el proyecto del Gobierno, separando el trabajo legislativo de la administración del Congreso, y perfeccionando el régimen de funciones, inhabilidades e incompatibilidades de los congresistas.

 

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