REFLEXIONES
"Queremos crecer con la paz"
Carlos Christian Sánchez
Colaborador
En estos precisos momentos cuando un supuesto gobierno democrático avala la implementación de leyes que atentan contra el derecho a la información y al periodismo investigativo, vale la pena señalar que otro grupo de personas hacen increíbles esfuerzos por superar las barreras del autoritarismo estatal y la indiferencia de los políticos de turno. Un interesante documento del Banco Mundial denominado "Las voces de la pobreza", reafirma que los gobiernos han sido, en gran medida, ineficaces para resolver la situación de los más desfavorecidos. Los pobres denuncian que la corrupción dificulta su acceso a los servicios básicos... e incluso a la ayuda social. Pedirle a los medios de comunicación atención para la pobreza, denuncia contra la corrupción, no es un acto revolucionario, tampoco una pretensión ideológica. Es, simplemente, reivindicación ética del periodismo. Un acto de dignidad. Cuando los hombres ya no se entienden entre sí, el sol brilla y la lluvia cae como siempre, sin duda, pero los campos están menos cultivados, las cosechas se resienten, el alma sufre. Estas son algunas de las motivaciones que tuvo el exdirector general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, para convocar en Panamá, el 21 y 22 de marzo de 1999, al "Encuentro de propietarios de estaciones de radio y televisión de América Latina para una cultura de paz". Una de las principales conclusiones de esa reunión, a la que asistieron cerca de 300 representantes de medios audivisuales de la región, fue que la paz es una premisa del desarrollo humano sostenible. Es decir, no es solamente la ausencia de guerra o conflicto armado. No puede haber paz sin pan, sin libertad, sin trabajo. Los medios de comunicación, y en este caso específico la radio, deberían tener como misión prioritaria el fomento de una cultura de paz. La revolución tecnológica en sus dos grandes vertientes, la informatización de la sociedad y la digitalización, ha aumentado a niveles aún impredecibles las posibilidades de la comunicación. Junto a estos logros conviven riesgos igualmente colosales. Ya no se estila la censura totalitaria, que consistía en la simple prohibición de divulgación. Hoy, la censura funciona por exceso de información. Es tal la cantidad circulante que amenaza con ahogarnos. El principio, otrora sagrado, que a mayor información mayor libertad, ha dejado de tener vigencia. A mayor información cero libertad. La información ya no es más un bien social. Ahora es una mercancía. Y como tal busca su venta. Nada que reclamar en contra de las empresas de comunicación que viven de la publicidad y del comercio. Lo criticable es la búsqueda de la venta a cualquier precio. La espectacularización, la trivialización, la banalidad, la explotación del morbo. Todo arropado del siempre falso argumento de que eso es lo que el público desea. Hemos llegado al punto en que la información no se da a conocer por su importancia intrínseca sino por los efectos que pueda tener sobre el rating. Es urgente recuperar el deber social de los medios de comunicación. No para amparar aspiraciones ideológicas o estrategias partidistas, sino para propiciar el diálogo basado en la esperanza de otro destino. Eso es lo que busca el proyecto regional latinoamericano RADIPAZ. La cultura de paz es ajena a la pretensión de que el mundo se prolongue copiando su modelo global y rodando día a día sin proyecto, sin más horizonte que la continuidad de un presente sin correcciones para el futuro. RAPIDAZ quiere crecer con la paz, por ello aspira a que la mayor cantidad de emisoras latinoamericanas integren prontamente la red. El único requisito es la decisión de apoyar profesionalmente la consolidación de la democracia, reconociendo que los periodistas y los trabajadores de la radio son agentes primordiales para la consecución de una cultura de paz.
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