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Los panameños estamos confundidos y pensamos que ayudar a la gente pobre se reduce a darle unos cuantos dólares de vez en cuando. Teletón en diciembre, la Campaña de Promoción Arquidiocesana, los mendigos en la calle, la limosna o diezmo en las iglesias, una que otra vez de donación, y regalar la ropa vieja que tenemos en el ropero.
Así las cosas llegamos a creer que somos buenos por hacer esas cosas. Incluso nos escandalizamos cuando alguien se niega a dar una moneda a un pordiosero.
En estos tiempos de gran estrechez para todos, muchos piensan que no están obligados a darle limosnas a nadie, y que están disculpados porque no se puede dar lo que no se tiene.
Se trata de esa manera escasa de ver la pobreza, lo que explica que no logremos echar hacia delante como nación o como región latinoamericana.
Ayudar a la gente pobre es un concepto mucho más profundo, que puede llegar a la heroica decisión de darle a todos las mismas oportunidades. He aquí la palabra clave para salir de la pobreza: oportunidad.
Si se le da oportunidad a los niños pobres de estudiar en los mejores colegios, de tener buen servicio de salud, de tener acceso a la tecnología, de leer las mejores creaciones literarias del mundo, el resultado será la reducción de la pobreza.
No es dándole a los pobres zapatos o un plato de comida de vez en cuando como se arreglan las cosas.
El lector dirá ¿Pero cómo puedo yo darle oportunidades a alguien si no tengo el poder político? En eso también estamos equivocados: los panameños comunes y corrientes tenemos el mayor poder político que se puede tener: la voluntad y la opinión. Abonémosla y démosle seriedad, para que podamos ver resultados. |
