OPINION


Abuso

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Por Milcíades Ortiz Jr.
Catedrático

Era un chiquillo de unos once años, muy sabido y "vivo". Se había lucido como guía turístico a una caída de agua cerca del Cerro La Vieja, en Penonomé. Claro que se merecía una buena propina y se la fui a dar. Entonces el niño la rechazó y yo me asombré. De inmediato me dio una terrible explicación:

"Señor, si me da dinero se lo tendré que dar a mi padre quien se lo gastará en licor. Así que mejor me compra unos útiles escolares en la tienda del pueblo", dijo el pequeño niño-hombre.

Le pregunté dónde estaba su padre. Ya casi era medio día de un domingo hace años, y el niño sin ningún asombro contestó:

"Debe estar en la cantina, amanecido, porque ayer había fiesta en el pueblo".

No comenté nada más y fui a una semi-destartalada tienda de pueblo. Allí el niño con gran gozo compró marcadores, lápices, plumas y otros útiles escolares.

Lo ocurrido es una pequeña muestra del abuso que cometen algunos adultos que se aprovechan del dinero que consiguen sus hijos pequeños.

Guíado por la "curiosidad periodística" también hace años me oculté un rato en mi auto, estacionado cerca del cruce de Vía Brasil y Vía España. Eran más de las nueve de la noche.

Días atrás había recibido informes sobre una posible explotación de adultos hacia niños, que pedían limosna en el semáforo del citado lugar.

Me retaron a que lo comprobara con mis propios ojos. Así que allí estaba, mirando para todos lados. Confieso que pensaba que alguien podría pensar mal de uno, si lo viera semi agachado en el auto, a esas horas de la noche.

Entonces se confirmó "mi dato". Llegó un taxi, un adulto se bajó y llamó a los chiquillos pedigüeños. Uno a uno fueron metiéndose al vehículo.

Ya me habían dicho que ese adulto les cobraba cierta cantidad a los niños por pedir dinero en este lugar. Para el abusador era un negocio redondo: sólo tenía que mantener el control para que los niños hicieran "su trabajo" y le pagaran su cuota.

Existen muchas formas en que niños son abusados por mayores inescrupulosos, quienes les quitan o se aprovechan del dinero que ellos reciben o consiguen.

Se conocen casos de chiquillos con becas por ser buenos alumnos, que sufren privaciones porque su padre se "chupa" esa plata.

Pensiones alimenticias que son para cubrir necesidades del menor, terminan convertidas en lujos, licor o juegos de azar, por madres irresponsables.

Por eso hay que tener cuidado cuando se habla del trabajo infantil para ayudar a las necesidades del hogar. A veces es cierto pero otras no.

No está de más recomendar a los organismos que otorgan becas a niños inteligentes, que confirmen si ese dinero llega realmente al "pelao" o se pierden en manos de adultos bellacos.

Lo mismo vale con las pensiones alimenticias. Conozco el caso de una niña que le advierte a la madre que no se gaste en lotería, el dinero que da su padre. Y eso que solamente tiene siete años, pero ya sabe de ciertas realidades amargas de la vida.

 

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